Todas estas inversiones y estrategias no resuelven el problema de origen que descarriló el plan original del gobierno anterior y que sólo se ha agravado con el paso de los años: la insuficiencia del gas natural.
Pemex apostaba a que parte de esta escasez pudiera compensarse con la puesta en marcha del gasoducto marino que conecta al sur de Texas con Tuxpan, y la primera fase de al reconfiguración de la compresora en Cempoala, Veracruz.
“Con este escenario operativo, se lograría alcanzar la presión requerida por el Complejo Cosoleacaque para la producción de amoniaco de 894 libras por pulgada cuadrada”, explicó Pemex en una respuesta a una investigación de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), publicada en su primer informe de la Cuenta Pública 2018.
La entrada en operación del ducto marino iba a permitir a Pemex ya sea a destinar menos gas natural hacia el centro del país, o incluso, a beneficiarse del gas natural seco para alimentar a su planta en Cosoloacaque, dice Guerrero.
“Van a hacer llegar gas natural a la zona de Veracruz donde está la infraestructura para producir amoniaco”, coincide Adrián Duhalt, investigador en el Instituto Baker de la Universidad de Rice.
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Pero la disputa que enfrenta ahora a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) contra las firmas Transcanada y IEnova, por algunas de las cláusulas del contrato que se firmó desde la administración anterior, han frenado la entrada en operación del ducto.
El Gobierno y Pemex también esperan que su plan para reactivar la producción petrolera en el corto plazo los apoye en el aumento de suministro de gas natural, debido a que la mayor parte de la extracción de esta molécula se da justo en la explotación de los campos de petróleo, aunque los aumentos más significantes no se darán hasta 2021 y 2022.