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El último pleito de Trump en Twitter nos dice mucho de quién es

El presidente estadounidense se enfrascó en una discusión con el esposo de su asesora en la Casa Blanca, Kellyanne Conway, una prueba de su facilidad para entrar en pleitos.
mié 20 marzo 2019 08:13 AM
Historial.
Historial. A veces, Trump inicia el pleito; otras, revive viejas batallas como un guerrero consumido por las victorias del pasado.

WASHINGTON (CNN)- Para Donald Trump, meterse en pleitos es tan fácil como respirar.

Su altercado en redes sociales con George Conway, esposo de la asesora de la Casa Blanca, Kellyanne Conway, se ha agravado y se ha vuelto el ejemplo más reciente de que el presidente de Estados Unidos no puede rechazar una pelea. Sin embargo, también nos deja ver con ojos frescos una personalidad basada en el conflicto, la búsqueda de un enemigo y el anhelo insaciable de victorias personales.

A veces, Trump inicia el pleito; otras, revive viejas batallas como un guerrero consumido por las victorias del pasado.

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En el caso de Conway, quien está cuestionando agudamente la salud mental de Trump, contraataca con todo y extiende una disputa que probablemente vuelva a encenderse en cualquier momento de los próximos meses, a veces sin provocación.

Sus detractores creen que esto revela a un hombre poco apto para el cargo de presidente e incluso un temperamento no adecuado para el comandante supremo del país en un mundo peligroso.

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Sin embargo, Trump se niega a dejar atrás el pasado y lo usa como herramienta política. Ha aprovechado sus interminables batallas personales para acicatear a sus bases y para darles una razón para unirse. Los pleitos le han dado definición a su vida, a su negocio, a su campaña de 2016 (en la que eliminó uno a uno a toda una generación de grandes candidatos republicanos) y ahora, a su presidencia.

OPINIÓN: Trump sí es un racista aunque se nieguen a aceptarlo

Trump retomó las hostilidades contra George Conway el martes 19 de marzo por la mañana, luego de que el famoso abogado tuiteara, el lunes, una definición del trastorno narcisista de la personalidad para insinuar que Trump presentaba muchos de los síntomas.

"¡Todo un perdedor!", escribió Trump al retuitear una afirmación de su director de campaña para 2020, Brad Parscale, sobre que Conway estaba dolido porque Trump se negó a darle el empleo que quería en la administración.

Conway no tardó en responder a las provocaciones y le tuiteó a Trump: "¡Felicidades! ¡Acabas de garantizar que millones de personas más aprendan sobre el trastorno narcisista de la personalidad y sobre el narcisismo maligno! ¡Buen trabajo!".

El lunes, Kellyanne Conway declaró que no comparte las "inquietudes" de su esposo respecto al estado mental de Trump.

Los pleitos antiguos arden intensamente

La propensión de Trump a enzarzarse en pleitos antiguos fue evidente en su tormenta salvaje de tuits de este fin de semana. Una vez más arremetió contra John McCain (aunque el republicano de Arizona lleva muerto casi siete meses). Trump se burló del héroe de la Guerra de Vietnam, dijo erróneamente que había sido "el último de su clase" y lo reprendió por haber votado en contra del proyecto de derogación de Obamacare del Partido Republicano.

También es raro que Trump deje en paz a Hillary la Corrupta Clinton ; al parecer no le basta haberla derrotado en las elecciones de 2016 . Rara vez pasa una semana sin que ataque al expresidente Barack Obama; a menudo parece que su motivación es deshacer el legado de su predecesor, tal vez en venganza de las burlas de las que fue blanco en la Cena de Corresponsales de la Casa Blanca en 2011. Además, sigue rumiando los enfrentamientos con otros de sus enemigos, como la NFL: algunos de los aficionados de la liga atribuyen la furia de Trump contra los jugadores que se arrodillan y la reacción de los dueños de los equipos a que no logró quedarse con un equipo de la liga en la década de 1980.

"Ahora, el comisionado de 40 millones de dólares tiene que asumir una postura", exigió Trump en un tuit al principio de la temporada pasada.

Trump nunca dejó que el exsecretario de Justicia, Jeff Sessions, olvidara su furia por haberse recusado de la investigación sobre Rusia; además, la ira de Trump suele surgir de cuando en cuando aunque el exsenador por Alabama haya dejado el cargo el año pasado .

Trump dijo que Sessions era "otra chulada" en una tormenta de tuits contra los altos funcionarios del Departamento de Justicia en febrero.

Durante un tiempo, Trump estuvo involucrado en una rencilla personal con la superestrella de la NBA, LeBron James; insinuó en un tuit, el año pasado, que James no era muy listo; este fue uno de los muchos altercados de Trump que al parecer tienen tonos raciales.

Este fin de semana, Trump avivó otro rencor antiguo: volvió a arremeter contra el programa Saturday Night Live de la NBC, que ha sido blanco de su ira repetidamente por la aguda imitación a cargo de Alec Baldwin .

Además, nunca suelta su duelo con los reporteros, a quienes ha llamado "enemigos del pueblo".

Trump también tiene sus blancos extranjeros, a los que recurre una y otra vez. Le guarda un rencor particular a la canciller alemana Angela Merkel, pero cualquier aliado de Estados Unidos que en su opinión se esté aprovechando de su generosidad seguramente se hará acreedor de una dura crítica.

Nunca olvida una pelea

En opinión de los detractores de Trump, su negativa a olvidar una pelea, incluso las que ha ganado, dice mucho sobre una personalidad frágil que no solo repele, sino que es peligrosa para un comandante supremo. Las tormentas de Trump en Twitter de los pasados tres días, en las que atacó a GM, a la prensa "de los bulos", a McCain, a la falta de apoyo de los conductores de Fox News, a Joe Biden y a otros blancos, coincidieron con un acontecimiento que indignó al mundo: las consecuencias de los ataques contra unas mezquitas en Nueva Zelandia, en los que murieron 50 personas .

Aunque Trump condenó los ataques el viernes, 15 de marzo, restó importancia a las preguntas sobre el preocupante aumento de los grupos supremacistas blancos y no se mostró empático con los musulmanes, lo que suscita nuevas dudas sobre su historial de declaraciones antimusulmanes. Esta conducta fue lo que provocó que George Conway insinuara que el jefe de su esposa tiene el trastorno narcisista de la personalidad.

Pese a todo, los pleitos candentes del presidente de Estados Unidos son solo uno de los ámbitos en los que las opiniones sobre él están irremediablemente polarizadas.

A las bases de Trump nunca les ha caído bien McCain, aunque parezca indecoroso atacar a un héroe de guerra difunto. Los cánticos de "¡Enciérrenla!" que suenan en los mítines de Trump manifiestan las posturas de sus simpatizantes respecto a Clinton. De hecho, pese a que sus detractores piensan que las batallas interminables que Trump libra lo hacen poco apto para la presidencia, son precisamente la clase de mala conducta política que lo hace tan popular entre sus partidarios. Esos estadounidenses no creen que Trump esté al borde de un precipicio mental o que sea poco apto para la presidencia por sus tuits frenéticos y ególatras.

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La lección política que dejan los tres años que han pasado es que la indignación de la prensa y la opinión de élite en las ciudades cosmopolitas no solo no debilita a Trump, sino que a menudo lo fortalece, razón por la que se mete en los pleitos en los que se mete.

No todos los públicos interpretan igual los arranques de indignación de Trump.

Tras un amplio intento por descalificar al fiscal especial Robert Mueller con la ayuda de la prensa conservadora, Trump bien pudo haberse aislado hasta cierto punto de las consecuencias de la investigación sobre Rusia.

Sus ataques del fin de semana contra la administración y los sindicatos relacionados con el cierre de una armadora de GM en Ohio podrían considerarse una terrible interferencia presidencial en los asuntos de una empresa privada. Pero el hecho es que Trump está tan obsesionado con el asunto que hay quien podría interpretarlo como prueba de que le importa hacer honor a la promesa que hizo en campaña de revigorizar a la manufactura estadounidense.

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"En muchos casos (no digo que en todos los casos) está diciendo muchas de las cosas que la gente dice en su barrio, en su casa, en los bares", dijo en CNN Marc Lotter, director de comunicación estratégica de la campaña de Trump para 2020. "Por eso está conectándose con la gente", agregó.

Índices de aprobación

La presidencia beligerante de Trump ciertamente convence a los estadounidenses que más lo quieren. No obstante, el ciclo de conflicto constante es una de las razones por las que no tiene asegurada la reelección, pese a que la economía va viento en popa y el desempleo está en su nivel más bajo en 50 años.

En una encuesta de CNN y SSRS que se dio a conocer el lunes 18 de marzo, se demostró que el índice de aprobación de Trump ha subido ligeramente hasta el 42%.

Es probable que los conservadores estén menos preocupados que los oponentes de Trump por su condena a los ataques en Nueva Zelandia, a los que llamó "masacre horrible" en "sitios sagrados de adoración" aunque no condenó el extremismo de los supremacistas blancos que al parecer los desencadenaron.

Tampoco parece que no acercarse a los musulmanes después del ataque le vaya a perjudicar mucho con sus bases.

Sin embargo, durante gran parte del fin de semana, pareció que el viernes Trump había entrado en una trampa en el Despacho Oval, cuando les dijo a los reporteros que no creía que los movimientos supremacistas blancos fueran un problema cada vez más grave en el mundo. Su comentario desató un torrente de críticas en todo el mundo y una cobertura mediática trascendental.

Pero si la intención de Trump era asegurarse de no dejar muy atrás a sus bases, tal vez fue él quien puso la trampa y se puso del lado del enfrentamiento con los medios que probablemente solidificará el apoyo de sus bases.

"La prensa de los bulos está trabajando a marchas forzadas para culparme por el ataque horrible en Nueva Zelanda. Tendrán que trabajar muy duro para demostrarlo. ¡Qué ridículo!", tuiteó Trump el lunes.

Pese a todo, la estrategia de Trump —avivar cada vez más los instintos políticos incendiarios de sus bases para solidificar su posición— no carece de riesgos.

Un rival más popular que su antigua contrincante, Clinton, y una base demócrata más involucrada podrían dificultarle el camino hacia la reelección.

Si así fuera, podría haber sido un grave error gobernar a través de pleitos.

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