Casi todos los que están en Rukban quieren irse, según una encuesta reciente de la ONU. Sin embargo, "hay un problema de confianza", de acuerdo con Marwa Awad, del Programa Mundial de Alimentos, quien estuvo en Rukban en febrero. "La gente tiene miedo de salir por el proceso que podría desencadenarse después".
Muchos temen que si regresan a territorio del régimen, los arrestarán, de acuerdo con Shehab. A las familias les "preocupan sus jóvenes porque hay rumores de que los han reclutado".
'De mal en peor'
Desde que la última caravana de ayuda llegó a Rukban, la vida ha ido "de mal en peor", cuenta Shehab.
La salud de la nieta de Shehab ha mejorado desde aquellas noches de insomnio, hace unas semanas, pero ahora hay otros obstáculos. Su madre no ha podido producir leche suficiente, así que Shehab ha estado buscando una de las mercancías más codiciadas y raras del campamento: fórmula para bebé.
Shehab cuenta que, tras muchos esfuerzos, logró hacerse con dos cajas por unas 30,000 libras sirias (unos 1,200 pesos) cada una.
La comida llega a Rukban por rutas de contrabando y los precios son altos, pero "lo más importante es que está llegando", dijo Shehab.
Todas las partes evaden su responsabilidad al afirmar que quienes están en Rukban pueden irse. Sin embargo, para los civiles en Siria, pocas veces hay una buena forma de salir de problemas.
En zonas que estuvieron bajo asedio de las fuerzas sirias, los civiles han tenido que decidir entre rendirse o morir de hambre. Durante las ofensivas contra ISIS, encabezadas por Estados Unidos, la gente podía huir o arriesgarse a ser daño colateral. En territorios bajo el control de ISIS, había que decidir entre jurarles lealtad o morir.
Shehab ha tenido que tomar esta clase de decisiones. Huyó de ISIS y del régimen en dos ciudades en el lapso de un año antes de llegar a Rukban. "No me iré del campamento porque me niego a regresar a zonas bajo el control del régimen de Al Asad", dijo. "Desafortunadamente, no hay esperanza de que haya una solución pronto".