Pese a todo, Johnson cree que puede lograr que se apruebe un acuerdo. En el mundo de fantasía del primer ministro, lo que pasará los próximos días será más o menos así: el martes, el Parlamento discutirá el discurso de la reina mientras las negociaciones en Bruselas llegan a un punto crucial. El miércoles, Bruselas anunciará que está lista para llegar a un acuerdo con base en el plan de Johnson antes de la cumbre del Consejo de la Unión Europea del jueves, día en el que Johnson viajará a Bruselas para cautivar a los demás líderes europeos y para convencerlos de que su plan es bueno y que le conviene a toda Europa. El viernes, regresará a Londres, en donde sus aliados habrán buscado el respaldo para su acuerdo. Luego, el sábado, en sesión especial, el Parlamento aprueba su acuerdo y Johnson sale como héroe tras haber logrado una hazaña que parecía imposible. Así, cubierto de gloria, Johnson podría llamar a elecciones generales y presentarles su proyecto a los que más importan: los electores.
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Es probable que ya hayas visto cómo todo esto puede salir mal. En cada momento, Johnson tiene que librar una reja con picos en la punta a la que tanto sus enemigos como sus supuestos aliados le prendieron fuego. Los partidarios conservadores del brexit, los unionistas de Irlanda del Norte que se supone que lo apoyan, el opositor Partido Laborista en Londres y los funcionarios de la Unión Europea que han estado en su contra desde el principio podrían echar por la borda su plan en cualquier momento.
Cada vez que Johnson fracasa al saltar una reja, su autoridad en casa se debilita un poco más. El discurso que la reina dio el lunes habrá sido más que nada una cosa de apariencias. Johnson tiene que proyectar la imagen de que lucha por concretar el brexit y que tiene un plan para seguir adelante. A estas alturas, si lo logra o no, no depende de él en realidad.