CRÓNICA: Alemania toma una vía alterna para combatir al coronavirus
El país, el quinto con más contagios en el mundo, busca soluciones propias intermedias para atajar la crisis sanitaria. Un paseo por Berlín en días de semicuarentena.
BERLÍN- La enorme pieza de carne de Döner da vueltas en el asador desde por la mañana aburrida. La ensalada parece recién cortada y lista para empezar el día. Es la hora de la cena y Badr Shankal recibe a Expansión con su calma y sonrisa habituales. De familia palestina, en 2015 tuvo que huir por la guerra de su ciudad, Aleppo en Siria, y tras un periplo no exento de peligros consiguió traer a su familia a Alemania, donde regenta el restaurante Adam de comida oriental en la calle Kopernikusstraße, una de las zonas de la movida berlinesa.
Badr es una persona positiva y paciente: “Lo importante ahora es la salud pública”, nos asegura, al tiempo que reconoce estar preocupado porque sus familiares de mayor edad pudieran contraer el virus. Como medida de seguridad le han pedido que separe las mesas para guardar una distancia de al menos un metro entre comensales para evitar el contagio del coronavirus.
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Mascarillas u otro material de protección brillan por su ausencia no solo en este restaurante, sino en toda la ciudad. De hecho, las autoridades han asegurado por un lado que éstas no protegen del contagio, al tiempo que prohibían su exportación y las reservaban al personal sanitario. La crisis ha pillado al gobierno alemán desprevenido y a diferencia de otros gobiernos por el mundo, que incluso regalan mascarillas a sus ciudadanos, aquí tratan de tranquilizar a la población por su ausencia.
Sin embargo, en los últimos días los ciudadanos han visto como sus autoridades se retractaban de lo dicho incluso en cuestión de horas. El ejemplo más gráfico fue la decisión de suspender las clases en las escuelas, que el viernes por la mañana aún era rechazada por los responsables y por la tarde se hacía oficial.
En la capital alemana los restaurantes como éste, así como las cafeterías y panaderías, continúan abiertos a diferencia de clubs, salas de conciertos, cines, teatros y otros negocios que no sean supermercados, droguerías y farmacias.
Es la solución teutona a la crisis sanitaria provocada en el país por el coronavirus, una mezcla entre las medidas draconianas de Italia, España, Francia o Austria, donde los ciudadanos deben permanecer en sus casas en las próximas semanas a riesgo de ser sancionados si salen sin motivo y el experimento que Boris Johnson está llevando a cabo en su país con el llamado herd immunity, basado en la idea de que hay que dejar al virus contagiar a buena parte de la población de forma libre para crear una inmunidad en buena parte de los ciudadanos. La estrategia británica podría dar como resultado cientos de miles de muertes.
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“Esta es la mayor amenaza para Alemania desde la segunda guerra mundial”, explicaba la canciller Angela Merkel en un discurso a la nación el miércoles, algo que hasta ahora solo había realizado en navidad. “La situación es muy grave”, explicaba a sus conciudadanos y les pedía quedarse en casa de forma voluntaria para evitar la expansión del virus que según el Instituto Robert Koch se encontraría en una fase de expansión exponencial.
Al día siguiente las calles de Berlín aparecían, como el día anterior, llenas de gente paseando y niños en los parques aunque está prohibido. Alemania es ya el quinto país del mundo con más casos de coronavirus, unos 15,000, tan solo por detrás de China, donde se originaron los primeros contagios, y de Italia, Irán y España, éstos últimos, países donde los sistemas sanitarios se encuentran ya en parte colapsados por los numerosos casos de pacientes que necesitan recibir respiración asistida.
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En Alemania se muestran seguros de su estrategia, donde de forma oficial hasta el momento tan solo se habrían producido 31 muertes debidas al coronavirus. A pesar de que el dato es muy discutido, hay dudas de que el plan pueda mantenerse en el tiempo y con el aumento de infecciones: El ministro de sanidad de Merkel, Jens Spahn, asegura que las 28,000 camas en unidades de ciudados intensivos les colocan en una posición privilegiada en relación a otros países.
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No obstante la mayor parte de dichas camas se encuentran ya ocupadas desde antes, por lo que el gobierno ha restringido la exportación de respiradores que se fabrican en el país y ha ordenado la fabricación de 1,000 aparatos a marchas forzadas para cubrir las necesidades de su población, lo cual ha provocado la ira de sus colegas europeos. La Unión Europea parece diluirse en estos días de crisis: los países han cerrado sus fronteras de forma unilateral y al igual que hace Alemania con los respiradores, Francia hace lo suyo con las mascarillas.
Sin embargo, a pesar de la imagen oficial de controlar la situación, cada vez surgen más dudas en torno a la estrategia alemana, ya que en contra de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, en el país no se están realizando tests de forma generalizada a pacientes que presenten síntomas y a las personas que vuelven de zonas de riesgo tan solo les recomiendan de forma voluntaria hacerse las pruebas y quedarse en casa.
En Berlín se ha comenzado a construir a toda velocidad un hospital improvisado en el palacio de congresos para tratar al menos a 1,000 pacientes con coronavirus. Además se ha suspendido de forma temporal el derecho internacional al asilo y los problemas sociales comienzan a amontonarse: buena parte de los puntos de distribución de comida para los mas necesitados han cerrado por miedo al contagio, muchos menores que comían de forma subvencionada en los colegios, ahora cerrados, se encuentran en dificultades y aunque aún no hay datos oficiales el paro está aumentando debido a la crisis.
Baviera decretaba el miércoles el estado de catástrofe y dejaba abierta la puerta a tomar medidas como las del sur de Europa y encerrar a sus ciudadanos bajo arresto domiciliario. A nivel nacional ya se discute la opción asimismo.
La familia de Badr Shankal no sale de casa lo más mínimo. Tienen suerte en comparación con otros miles de refugiados que aún viven en albergues estatales y no han conseguido aún empleo ni casa propia.
En varias de estas residencias se han dado casos de coronavirus y las autoridades han decretado cuarentenas en las que sus habitantes se quejan de que es imposible mantener la higiene y la distancia mínima necesaria. Las condiciones de estos albergues ya eran criticadas antes de la llegada del virus. Asimismo, en residencias para sin techo también se están dando casos y ordenando cuarentenas. Para los más pobres y con empleos precarios el virus puede provocar mas mella en la hasta ahora locomotora de Europa, que ya renqueaba, y en la que se da por hecho que habrá recesión.
Eso sí, mientras dure la crisis, el gobierno asegura que no se atendrán a límites de gasto. Contra la nueva amezana del coronavirus cada país europeo trata de contenerlo a su manera de forma descoordinada. Para autónomos como Shankal se ha abierto una línea de crédito que le permita seguir subiendo y bajando la persiana aunque no entre casi nadie a comer.