Es por eso que la canciller Merkel aseguraba que una de las prioridades del país va a ser la de la fabricación del material sanitario necesario para afrontar la pandemia, siguiendo el llamado de su homónimo Pedro Sánchez de España, que apelaba a los países europeos a transformar sus economías en “economías de guerra”.
La simbología en el país ibérico, donde el rey aparece con traje militar y cada día hay una rueda de prensa con generales informando del avance de la lucha contra la pandemia contrasta con la estrategia alemana, que si bien tiene 15,000 soldados desde el pasado viernes desplegados por el país no alude a las metáforas bélicas, aunque obviamente tampoco está tan afectado como su vecino mediterráneo.
Merkel explicaba al país que hasta la próxima semana el gobierno no sabrá si las medidas que ha tomado tendrán que ser endurecidas o relajadas. Un grupo de expertos sanitarios y epidemiológicos, pero también economistas y expertos del consejo ético del país harán baremo de los pros y contras de mantener a la población recluida, las escuelas cerradas, los comercios en números rojos y la vida a medio gas.
Hasta ahora, el país ha conseguido no solo mantener la mortalidad baja, sino también el paro, que en marzo incluso llegó a bajar en 60,000 personas, a diferencia de España, donde se destruyeron 834,000 empleos en solo un mes. Las ayudas directas a familias y empresas, así como la jornada reducida subvencionada por el estado han salvado este mes al país. Sin embargo, el futuro es incierto. Merkel lo sabe y los alemanes, que el domingo se verán con las familias por teleconferencia, o no se verán, lo saben también.