A simple vista, el gobierno de Nicolás Maduro parece estar frenando la propagación del coronavirus en Venezuela. Según las estadísticas oficiales, los fallecidos suman 33 desde que se inició la pandemia. Con eso, el país registra 1.1 muertes por millón de habitantes, la tasa más baja de América Latina. También es muy reducido el número de contagiados: 138 por cada millón de habitantes, apenas la décima parte que México.
#LatAmContraElCOVID19: La pandemia expone el frágil sistema sanitario venezolano
Apoyado en esas cifras, el gobierno venezolano califica como un éxito el manejo sanitario de la pandemia. Sin embargo, los datos oficiales están siendo cada vez más cuestionados. “Si los pacientes, además de coronavirus, sufren de diabetes, hipertensión, angina de pecho o infarto, queda registrada la otra patología como la causa de muerte”, dice Huniades Urbina-Medina, presidente de la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría, en Caracas.
"Además, se están haciendo muy pocas pruebas tipo PCR, lo que deriva en un sub-registro de las cifras de contagio, más aún si se tiene en cuenta que hay un solo centro en todo el país que procesa las pruebas, por lo que las muestras que se hacen en zonas alejadas de la capital se pierden o no llegan en las condiciones adecuadas".
A fines de mayo, Human Rights Watch y la Universidad John Hopkins advirtieron en un informe que “la cifra real (de casos confirmados y muertes) es seguramente mucho mayor debido a la escasa disponibilidad de pruebas confiables, la total falta de transparencia y la persecución contra profesionales de la salud y periodistas que cuestionan la versión oficial”.
No obstante, aún teniendo en cuenta esos cuestionamientos, es evidente que hasta ahora el coronavirus se propagó en Venezuela a mucha menor velocidad que en otros países sudamericanos como Ecuador, Brasil, Perú y Chile.
Hay varios factores que contribuyeron a ese menor impacto. Por un lado, el gobierno de Maduro reaccionó rápido. El 13 de marzo, día en que se reportaron los dos primeros contagios, fue declarado el estado de alarma en el país. Cuatro días después, el gobierno dio un paso más al decretar una estricta cuarentena.
Para garantizar su cumplimiento, envió a las calles a las fuerzas de seguridad, entre las que se incluye a las temidas Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), un cuerpo de la policía sobre la que pesan varias denuncias de ejecuciones extrajudiciales. A eso se sumó que el lanzamiento de las medidas de aislamiento coincidió con un período de escasez de gasolina en todo el país, lo que contribuyó a disminuir aún más la movilidad.
Todos esos factores, a los que se agrega la muy reducida conectividad aérea que tenía Venezuela incluso antes de la pandemia, mantuvieron acotada la circulación del virus. De hecho, al 26 de mayo solo se registraban 1,211 personas contagiadas y 11 fallecidos. En base a esas cifras, Maduro decidió flexibilizar la cuarentena a partir del 1 de junio. El resultado no fue el esperado: en las últimas cuatro semanas se sumaron 2,706 casos y 22 muertes, el doble de las cifras acumuladas en los dos meses anteriores, de acuerdo las estadísticas oficiales.
“El gobierno desestimó las recomendaciones de las asociaciones médicas de no relajar las medidas justo cuando empezaba a subir la curva de contagios”, dice Urbina-Medina. “Además, el discurso oficial en torno a que la pandemia está controlada dio una falsa sensación de seguridad en la población, y eso derivó en un mayor incumplimiento de las medidas de aislamiento”.
Más allá de la información que surge de los reportes oficiales, en los centros de salud empieza a reflejarse el incremento acelerado del número de contagiados. "Con una cuarentena muy temprana, Venezuela tuvo un ascenso muy discreto de los casos, pero en los últimos días estamos viendo que está aumentando cada vez a mayor velocidad el ingreso de pacientes sintomáticos respiratorios en todas las emergencias", dice María Gabriela López, presidenta de la Sociedad Venezolana de Infectología, en Caracas.
Esa aceleración podría tomar más ritmo aún. La Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela estimó que el país podría llegar a registrar un pico de entre 1,000 hasta 4,000 contagios diarios. De confirmarse, esa oleada de infectados dejaría expuesta la extrema fragilidad del sistema sanitario.
Según el "Panorama de la Salud: Latinoamérica y el Caribe 2020" elaborado por la OCDE y el Banco Mundial, el gasto corriente en salud de Venezuela equivalía en 2017 al 1.1% del PIB, apenas la sexta parte del promedio de la región.
Esa falta de recursos se refleja con crudeza en los hospitales. Médicos por la Salud, una ONG que se originó ante la falta de insumos, publicó a fines del año pasado que el 70% de los hospitales del país tiene suministro de agua solo una o dos veces por semana y el 20% no tiene agua en ningún momento.
"En estos tres meses de cuarentena la preparación del sistema de salud pública para enfrentar la pandemia fue muy tímida”, dice López. “Por eso, tememos por una saturación rápida del sistema en estados con muchos infectados, como Zulia".
La precariedad del sistema sanitario también multiplica los riesgos del personal médico. Según Monitor Salud —una iniciativa de los sindicatos del sector—, a mediados de junio el 61.5% de las unidades de cuidados intensivos de los hospitales de Caracas no tenía disponibilidad de mascarillas y el 50.7% carecía de guantes. Además, el 81.5% de los hospitales de la capital no tenía jabón y el 96.9% no disponía de desinfectante. Ante la falta de elementos de bioseguridad, ya hay cerca de 50 médicos en Venezuela que contrajeron el COVID-19, y uno de ellos falleció.
Esos contagios en los centros de salud empiezan a profundizar otro de los déficits de Venezuela: la falta de médicos. En septiembre del año pasado, la Federación Médica Venezolana estimó que más de 30,000 médicos emigraron en los últimos años. "La falta de médicos es tan notoria que han cerrado hospitales porque no hay especialistas", dice Alejandro Rísquez, epidemiólogo y profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas.
"En los últimos años vienen siendo formados en las universidades médicos integrales comunitarios siguiendo el modelo cubano, pero son preparados para trabajar solo a nivel de atención primaria y no para atender a pacientes de alta complejidad".
Riesgos a la vista
La urgencia del gobierno de Maduro por flexibilizar la cuarentena pese a la precariedad del sistema sanitario y la aceleración del número de infectados tiene evidentes razones económicas.
En un país en que el PIB se redujo casi 70% en los últimos 6 años, la caída del precio del petróleo —recurso del que proviene más del 90% del ingreso de divisas por exportaciones— y las sanciones dispuestas por el gobierno de Donald Trump asestaron dos nuevos golpes a una economía ya diezmada. La consultora Ecoanalítica, que estimaba una caída del 10% del PIB para este año antes de la irrupción del coronavirus, ahora prevé una contracción superior al 30%.
En un contexto de más de 10,000% de inflación estimada para este año, los efectos sociales del largo deterioro económico amenazan con profundizarse con la pandemia.
Más aún si se tiene en cuenta que también viene cayendo el volumen de las remesas que reciben 26 de cada 100 venezolanos ante el freno económico que se registra en Colombia, Perú, España, Brasil, Chile y Argentina, algunos de los destinos adonde emigraron cerca de 5 millones de venezolanos en los últimos años.
Venezuela ha logrado hasta ahora acotar con mayor éxito que otros países sudamericanos la propagación del coronavirus. Sin embargo, todo indica que los desafíos más duros están por delante. El gobierno de Maduro se enfrenta con escasas municiones a un monstruo de tres cabezas: la aceleración del número de infectados por coronavirus, la extrema precariedad del sistema de salud y el desplome económico.
Ante eso, la administración chavista dio marcha atrás y volvió a la cuarentena total a partir del lunes pasado en la capital Caracas y en nueve estados, además de disponer la ampliación del cordón sanitario en las fronteras con Colombia y Brasil. “No hay muchas alternativas: hay que endurecer las restricciones porque el sistema de salud venezolano no está preparado ni siquiera para atender las patologías más comunes dado que en los hospitales escasean desde aspirinas hasta marcapasos”, dice Urbina-Medina. “Ante ese panorama, si en Venezuela se llegara a registrar una cantidad de casos de coronavirus similar a la de otros países de Sudamérica, sería una hecatombe”.