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Un nuevo diálogo entre Maduro y la oposición, ¿qué será diferente esta vez?

El gobierno de Venezuela busca una nueva serie de conversaciones para intentar poner un freno al derrumbe de la economía del país, ahogada por las sanciones de Estados Unidos.
jue 05 agosto 2021 10:26 AM
El nuevo diálogo sobre el futuro de Venezuela entre Nicolás Maduro y Juan Guaidó, será en México en el mes de agosto, tentativamente
Maduro adelantó a fines de julio que estaba listo para iniciar en el transcurso de agosto una nueva ronda de discusiones con los sectores de la oposición.

Una vez más, el gobierno de Nicolás Maduro y sectores de la oposición se alistan para sentarse a la mesa de negociaciones en Venezuela. Si bien los repetidos fracasos en los intentos anteriores no permiten abrigar demasiadas expectativas con respecto a los resultados que tendrán las nuevas conversaciones, esta vez, a diferencia de lo que sucedió en el pasado, hay incentivos que podrían acercar a las partes.

"En esta oportunidad hay un gobierno que no solo está interesado en aprovechar las conversaciones para ganar tiempo y debilitar a la oposición, sino que quiere crear las condiciones para asegurarse la estabilidad en el poder y forzar a la comunidad internacional a aceptar que más allá del chavismo ya no hay nada en Venezuela", dice Raúl Gallegos, director de la consultora Control Risks, en Washington.

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"Es mucho lo que Maduro tiene para ganar siendo más flexible y por eso vamos a ver un nivel de flexibilidad que probablemente no hayamos visto en muchos años", asegura.

"Estamos listos" para negociar con la oposición en México, dice Maduro

Con esos estímulos por delante, Maduro adelantó a fines de julio que estaba listo para iniciar en el transcurso de agosto una nueva ronda de discusiones con los sectores de la oposición que están dispuestos a sentarse a dialogar con el gobierno.

La jugada parece una respuesta tardía a la oferta presentada en mayo pasado por Juan Guaidó, el líder opositor que había reclamado por entonces iniciar una negociación bajo supervisión internacional y con una hoja de ruta que incluya al final del camino la celebración de elecciones presidenciales y parlamentarias libres.

El diálogo entre Maduro y Guaidó sería en México; AMLO confirma

Maduro indicó el 22 de julio que México sería la sede de las conversaciones. Este jueves, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, confirmó que albergará las negociaciones entre el gobierno venezolano y las negociaciones.

"Me acaba de informar el secretario de Relaciones Exteriores (Marcelo Ebrard) que a propuesta de Noruega se propone que México sea sede para llevar a cabo estas negociaciones. Nosotros hemos aceptado porque buscamos el diálogo", expresó el mandatario en rueda de prensa matutina en Palacio Nacional.

La crisis económica obliga a Maduro a negociar

En cualquier caso, la principal razón por la que el régimen venezolano se muestra interesado en apurar un diálogo al que se venía negando es su necesidad de ponerle, al menos, un freno al derrumbe de la economía.

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La irrupción de la pandemia no hizo más que acelerar el desplome iniciado en 2013: entre ese año y 2020, el tamaño del PIB de Venezuela se contrajo cerca de un 85%. En ese marco, la prenda de cambio que el gobierno de Maduro pretende obtener de las negociaciones es un relajamiento de las sanciones que Estados Unidos viene imponiendo a Venezuela y, sobre todo, a su sector petrolero.

"El gobierno de Maduro ha logrado mucha solidez en el escenario político interno dado que maneja por completo la institucionalidad del país", dice José Rafael Mendoza Márquez, analista político de la Universidad de los Andes, en Caracas. "Esa acumulación de poder político le permite contar con algunas cartas que pueden ser cedidas en las negociaciones como estrategia para ganar algo de oxígeno económico".

Si bien las sanciones estadounidenses comenzaron en 2017 con la prohibición impuesta por el gobierno de Donald Trump para transar deuda emitida por el estado venezolano y la compañía estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), los impactos más concretos en la vida cotidiana comenzaron a hacerse más notorios a partir de inicios de este año, cuando se agudizó la escasez de combustible en el país.

Hasta el comienzo de las sanciones, PDVSA recibía de su subsidiaria estadounidense, la refinería Citgo, los diluyentes que necesita para diluir el crudo extra-pesado que extrae de la Faja Petrolífera del Orinoco, uno de los yacimientos más grandes del mundo por su volumen de reservas.

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Esa vía se cerró a comienzos de 2019 tras el ajuste de las sanciones dispuestas por la Casa Blanca, pero por un tiempo la petrolera estatal venezolana logró compensar parte de esa pérdida mediante acuerdos de intercambios de crudo por diesel con compañías como la rusa Rosneft, la india Reliance, la italiana ENI y la española Repsol.

Sin embargo, en octubre de 2019 esa ventana también fue cerrada: el gobierno de Trump decidió endurecer aún más el bloqueo y amenazó con sancionar también a las compañías internacionales que mantuvieran relaciones comerciales con PDVSA.

El resultado fue una severa escasez de diesel, combustible utilizado en Venezuela para el transporte público y de carga. El desabastecimiento, que obligó el gobierno a implementar un estricto racionamiento, viene complicando desde comienzos de este año la movilidad de las unidades de transporte que trasladan desde alimentos a medicinas, pasando por materias primas importadas para la elaboración de productos en la industria.

Biden y la esperanza en el fin de las sanciones

Urgido, Maduro apuesta a enviar señales de flexibilidad para que el gobierno de Joe Biden acceda a retroceder a, al menos, las sanciones originales. Si bien Biden, al igual que Trump, califica al gobierno de Maduro como una dictadura, el abordaje de ambos a la crisis institucional de Venezuela siempre ha sido distinto. Mientras Trump avanzó por la senda de las sanciones unilaterales, Biden viene delineando una estrategia multilateral que incluya a socios de la región y de Europa con el objetivo de garantizar elecciones libres.

Ese cambio de visión empieza a reflejarse en, por ahora, ajustes menores a las sanciones. A mediados de julio, el gobierno de Biden autorizó las exportaciones a Venezuela de gas licuado de petróleo —utilizado por el 90% de los hogares venezolanos como combustible para cocinar— por parte de empresas no estadounidenses.

"El chavismo hará concesiones viables, las suficientes para que la comunidad internacional y Estados Unidos se sientan más cómodos aflojando las sanciones", dice Gallegos.

"Maduro no cederá el poder, pero el gobierno permitirá que dirigentes de la oposición ganen alcaldías y gobernaciones en las próximas elecciones regionales de noviembre: el chavismo puede permitirle a ciertos dirigentes de la oposición, los más pragmáticos, posiciones de poder porque el régimen está en condiciones de controlarlos", explicó el analista.

Una oposición dividida entre duros y dialoguistas

Además del alivio económico que busca con una relajación de las sanciones sobre el sector petrolero, el otro incentivo que tiene el gobierno de Maduro para avanzar con las negociaciones es cavar una grieta aún más profunda en la oposición. Entre las fuerzas opositoras al chavismo hay una línea cada vez más clara que separa a duros y dialoguistas.

El sector liderado por dirigentes como Leopoldo López —exiliado en España— y María Corina Machado teme que esta nueva convocatoria al diálogo sea otra trampa del gobierno con el mero objetivo de seguir ganando tiempo.

El pasado parece darles la razón: desde que Maduro llegó al gobierno en 2013, ninguno de los cinco intentos de negociación anteriores ha tenido éxito. El último, que se celebró en 2019 en Barbados bajo la facilitación del gobierno de Noruega, terminó con la retirada del régimen de Maduro luego de que Estados Unidos endureciera las sanciones.

La intransigencia del sector más duro no es compartida por otra fracción de la oposición que cree que ya pasó el tiempo de la opción del “todo o nada”. Dirigentes políticos como Henrique Capriles, quien fue dos veces candidato presidencial por la oposición, impulsan una postura más pragmática.

Consideran que, a diferencia de lo que ocurría en los procesos anteriores, ahora están dadas las condiciones para forzar concesiones por parte del gobierno. En esa línea, exhiben como logros de sus recientes negociaciones con el chavismo la liberación de algunos presos políticos y el avance en la activación del mecanismo COVAX para que Venezuela pueda recibir vacunas contra el COVID-19 de la comunidad internacional.

Esas claras diferencias en torno a cómo abordar la relación con el gobierno se extienden a que rol debería jugar la oposición en los comicios regionales del 21 de noviembre, en los que se elegirán 23 gobernadores y 335 alcaldes en todo el país.

Luego de la abstención en las elecciones presidenciales de 2018 y las parlamentarias de 2020 ante graves irregularidades que llevaron a múltiples denuncias de fraude en esos comicios, sectores de la oposición plantean que el escenario es ahora distinto a partir de algunos cambios recientes introducidos en la composición del cuestionado Consejo Nacional Electoral (CNE).

"Al cederle algunos espacios de poder, el gobierno de Maduro le da más fuerza a la oposición que está dispuesta a trabajar con el chavismo y debilita aún más a aquellos que lo denuncian como una dictadura", dijo Gallegos.

"Esta estrategia de flexibilidad logra varias cosas a la vez: divide aún más a la oposición y crea una imagen de mayor pluralismo ante los ojos de la comunidad internacional, lo que puede llevar a condiciones que permitan cierta flexibilidad de las sanciones", destacó.

Por detrás de esas idas y vueltas, la crisis humanitaria continúa profundizándose en Venezuela.

Con 5.6 millones de migrantes, refugiados y solicitantes de asilo en otros países, según la última actualización de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR, por sus siglas en inglés), con más del 90% de la población con ingresos por debajo de la línea de pobreza y múltiples denuncias de gravísimas violaciones a los derechos humanos por parte de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas, el drama de Venezuela parece no tener fin.

En medio de ese panorama oscuro, aún no está claro si la convocatoria a un nuevo diálogo entre gobierno y oposición conducirá a otro fracaso o abrirá la puerta a consensos que impongan algún freno al creciente autoritarismo político y al derrumbe económico. Solo el tiempo dirá si está vez será diferente.

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