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¿Un apartheid en Israel? La diferencia entre ser palestino y un israelí árabe

El informe de Amnistía Internacional sobre un presunto sistema de segregación en este país de Medio Oriente iguala a los habitantes de las zonas ocupadas con los ciudadanos árabes del país.
lun 07 febrero 2022 06:04 AM
Funeral del palestino americano Omar Abdalmajeed As'ad, de 80 años, que fue encontrado muerto después de ser detenido y esposado en una redada israelí en Cisjordania.
No es común calificar el rígido control israelí sobre los territorios ocupados como "apartheid", a pesar de que —es verdad— involucra diarios episodios de opresión y humillación.

Nota del editor: Marcelo Raimon en un periodista argentino-israelí y dirige el portal IsraelEconómico . Lo encuentras en Twitter como @mraimon .

Los directivos de Amnistía Internacional pueden estar contentos: la publicación este martes de su reporte sobre la situación de los palestinos en Israel y los territorios ocupados de Cisjordania (o Judea y Samaria, según la denominación histórica judía) hizo estallar un feroz debate en los medios y las redes sociales, en especial por la inclusión del término "apartheid".

El informe de Amnistía contribuirá muy poco a la solución de la cuestión palestina y de la situación de millones de árabes desplazados durante el conflicto bélico que siguió a la partición de Palestina y derivó en la declaración de la independencia de Israel.

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El reporte, en efecto, fue una bomba. No era común hasta ahora calificar el rígido control israelí sobre los territorios ocupados como "apartheid", a pesar de que —es verdad— involucra diarios episodios de opresión y humillación.

Lo más audaz del informe es, en todo caso, la decisión de Amnestía de incluir en el presunto sistema de apartheid a los palestinos que viven en Israel. Al parecer, para la organización basada en Londres, todos los árabes que viven en el territorio israelí son "palestinos", aun cuando puedan provenir de Siria, tener sus familiares en Jordania o ser beduinos.

Según el reporte, que se puede leer en español en el sitio web de Amnistía, la "nueva investigación" llevada a cabo por sus expertos "muestra que Israel impone un sistema de opresión y dominación a la población palestina en todas las zonas bajo su control, en Israel y en los Territorios Palestinos Ocupados”.

Este "sistema" perjudica a "las personas refugiadas palestinas, a fin de beneficiar a la población israelí judía", añade el texto. "Esto constituye apartheid y está prohibido por el derecho internacional", asevera.

Instrumento para la propaganda de Palestina e Israel

Al mismo tiempo que la maquinaria de propaganda pro-palestina se apuró a divulgar y elogiar el reporte, lo mismo hizo la maquinaria de propaganda pro-israelí, aunque en sentido contrario.

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El informe de Amnistía "tiene valor jurídico en el derecho internacional" porque otorga a la Corte Penal Internacional la capacidad de "considerar el crimen de apartheid como un crimen de lesa humanidad cometido contra el pueblo palestino de manera sistemática", dijo, por ejemplo, el ministro de Justicia de la Autoridad Nacional Palestina, Mohammad Shalaldeh.

Entrevistado por la agencia oficial Wafa, Shalaldeh invitó a Amnistía a que "envíe misiones e investigadores" para "conocer las violaciones de derechos humanos contra civiles y presos, específicamente los presos enfermos y los detenidos administrativos" en cárceles israelíes.

Israel bombardea la Franja de Gaza tras lanzamiento de cohetes

En la vereda de enfrente, el Centro Simon Wiesenthal recordó que la introducción del concepto de apartheid en el centro del conflicto israelí-palestino se registró en el 2001 durante "la desafortunada Conferencia Mundial contra el Racismo de la ONU en Durban", precisamente en Sudáfrica.

Amnistía, afirmaron los voceros del Wiesenthal, "acusa a Israel de crímenes de lesa humanidad por el crimen de existir”.

"El comportamiento de Amnistía raya en lo criminal al desempeñar a sabiendas y deliberadamente un papel central en la campaña internacional para presentar al Estado judío como un estado ilegítimo", añadió.

Como ocurre en general en este conflicto, todos tienen un poco de razón. Lo llamativo es, en todo caso, la desproporcionada atención que concentra el enfrentamiento árabe-israelí que, desde mediados del siglo pasado, se cobró la vida de alrededor de 50,000 personas, según distintas estimaciones.

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Es un número terrible por donde se lo mire, pero que empalidece —por ejemplo— frente a los 300,000 víctimas mortales de la represión de Saddam Hussein en Irak, o los cerca de 400.000 de la guerra civil en Siria.

¿Por qué entonces se empeña Amnesty en echar gasolina al fuego de un conflicto políticamente complejo pero bastante claro en el terreno?

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  • Los árabes forman alrededor del 20% de la población de Israel y no existe en contra de ellos ningún sistema de apartheid. No hay en todo el país ni un solo cartel que diga "entrada exclusiva para judíos" o "prohibido para árabes".

Los árabes tienen acceso completo a todos los hospitales del país, adonde son atendidos con el mismo nivel de calidad que sus compatriotas judíos, muchas veces por médicos de origen palestino.

Hay jueces árabes, estrellas del espectáculo y del fútbol, incontables empresarios (muchos de ellos millonarios) y hasta un puñado de musulmanes que sirven en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).

  • La situación es muy distinta para los árabes de los territorios ocupados, muchísimos de los cuales tienen familiares en Israel.

Desde la captura durante la Guerra de los Seis Días, en 1967 de Jerusalén Oriental y de Judea y Samaria —territorios que Jordania estuvo más que contenta de ceder, justamente para no tener que hacerse cargo de millones de palestinos— los dirigentes de Israel creyeron absurdamente que podían llevar adelante una ocupación "benigna".

Obviamente la idea derivó en un desastre. Al principio funcionó una "simbiosis económica" con miles de palestinos empleados en Israel, pero las décadas de opresión militar y política, muchas veces prepotente por parte de los soldados de las FDI, generó las intifadas y el renacer del nacionalismo árabe en los territorios.

  • La mayoría de los actores principales del conflicto nunca tuvo en claro cómo desanudar el problema. Desde héroes israelíes como Itzjak Rabin o Ariel Sharon que apostaron alternativamente a la violencia y a las negociaciones a líderes como Yasser Arafat, que llevó a cabo una larga campaña de sangriento terrorismo hasta que, en los '90, le agarró un ataque de realismo que, al final, le valió el Premio Nobel de la Paz.
  • Gaza —el territorio asfixiado por Israel pero también por Egipto, algo que no se remarca en el informe de Amnesty— es el ejemplo perfecto de la aprehensión judía a la fórmula tierra por paz.

Devuelto al control político palestino en el 2005, cuando salieron de territorio todas las tropas israelíes y se levantaron todas las colonias, Gaza se convirtió rápidamente en el fantasma más temido: un enclave controlado por un gobierno radical islámico con el apoyo de Irán.

  • Difícilmente los israelíes accedan a una autonomía de ese tipo para Cisjordania, en especial cuando el sistema de represión, control y corrupción funciona mucho mejor.

Por ejemplo, la construcción de la polémica barrera que separa a los israelíes de los palestinos de Cisjordania sirvió para poner fin a las oleadas de atentados terroristas en el país. Los autobuses que volaban en pedazos en Tel Aviv o Jerusalén con ancianos y niños en su interior ya son parte del pasado, y los palestinos tienen que "conformarse" con inmolarse en inocuos ataques con cuchillos.

  • El sistema de control israelí en Cisjordania tiene un aliado invaluable: el presidente Mahmoud Abbas, quien —señala una broma común en la región— ya va por el año diecisiete de su mandato de cuatro años para el que fue elegido en el 2005.

Para gran parte del establishment palestino en Cisjordania, el eterno conflicto es fuente de privilegios y riqueza. Algo similar ocurre con los jerarcas de Hamas en Gaza.

En paralelo, el conflicto con los palestinos es un laboratorio ideal para ciertos sectores de la industria militar israelí, en particular la vigilancia electrónica y los dispositivos de control e inteligencia.

Un callejón sin salida

Frente a todo este complejo escenario, la pregunta sigue siendo por qué Amnestía o los impulsores del boicot internacional a Israel insisten en empujar el conflicto a un callejón sin salida.

Amnistía insiste, por ejemplo, en apoyar el reclamo de un sector de los palestinos de "retornar a sus pueblos y localidades en lo que ahora es Israel". Se trata de aldeas que, es verdad, en muchos casos fueron arrasadas por las armas israelíes, aunque también muchas fueron abandonadas por árabes que creían que no iban a tener lugar en el nuevo país (a diferencia de los que se quedaron y ahora viven como ciudadanos).

Por supuesto que hay parte de justicia en ese reclamo. Pero si se acepta la "ley del retorno" de los palestinos a lo que hoy es Israel, también deberían poder volver los judíos a Hebrón, o aceptarse que tienen derecho a toda Judea. Que México debe exigir la devolución de Texas, o los Apache la autonomía en Arizona.

El principal jefe político árabe en Israel, Mansour Abbas, de la coalición islámica Ra'am, parte de la coalición de gobierno en Jerusalén, se expresó recientemente en favor de una dosis de realismo.

"Israel nació judío y seguirá siéndolo", afirmó Abbas, cuyos miles de votos provienen en su mayoría de ciudadanos de origen palestino. "La cuestión es cómo integramos a la sociedad árabe en Israel", añadió este político, quien está encabezando una campaña para combatir la violencia en este segmento de la población y mejorar sus expectativas socioeconómicas.

Dirigentes como Abbas son el mejor antídoto para líderes como el actual primer ministro de Israel, el nacionalista Naftali Bennett, quien periódicamente declara que bajo su mandato no existirá un estado palestino. Al parecer, hoy por hoy la opción para los palestinos, tanto dentro como fuera de Israel, es Amnistía o Mansour Abbas.

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