Joseph Aloisius Ratzinger fue un líder religioso apegado a la ortodoxia de la Iglesia Católica y amante de la teología, pero eso no le impidió dar una noticia inesperada el 11 de febrero de 2013 que marcó la historia de esta institución y que coronó un pontificado lleno de polémicas.
"Tras examinar repetidamente mi conciencia ante Dios, he llegado a la certidumbre de que mi fortaleza, debido a la avanzada edad, no es adecuada para el ejercicio del ministerio", dijo Ratzinger en su mensaje de renuncia al papado, que sería efectiva a partir del 28 de febrero de ese año.
Se trató de la primera dimisión de un papá en 598 años. La última ocurrió en 1415.
Ocho años después, en el febrero de 2021 y prácticamente retirado de la vida pública, Ratzinger dijo que no se había arrepentido de su decisión en una entrevista que concedió al diario italiano Correre della Sera.
"Fue una difícil decisión. Pero la tomé en plena conciencia y creo que lo hice bien. Algunos de mis amigos, los que más me seguían, todavía están enfadados, no quisieron aceptar mi elección”, indicó Benedicto XVI, que desde 2013 ostentaba el título de papa emérito.
El papa explicó que su renuncia se debió al declive de sus capacidades físicas y mentales, pero ha persistido la sospecha de que había otras razones. “Se va derrotado del cargo”, escribía por entonces Juan G. Bedoya, columnista del diario español El País.
La Iglesia “está herida por nuestros pecados” y vive “momentos de tormento”, declaró en Malta el propio Benedicto XVI, en abril de 2010, al cumplir cinco años como pontífice, aunque también se mostró confiado en que habría una purificación.
Ratzinger se fue de Roma acosado por los escándalos de pederastia y la incesante cascada de indiscreciones que emanaban del caso Vatileaks, propiciadas por la dolorosa traición de Paolo Gabriele, su secretario personal.