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OPINIÓN: La falsa guerra de las Big Tech contra las 'fake news'

Silicon Valley necesita empezar a contrarrestar la manipulación multifacética de sus usuarios, comenta Brett Bruen.
mar 22 enero 2019 11:24 AM

Nota del editor: Brett Bruen fue director de Enlace Mundial de la Casa Blanca de Barack Obama y diplomático estadounidense. Es presidente de Global Situation Room, una empresa de comunicaciones para crisis, y da clases de Manejo de Crisis en la Universidad de Georgetown. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) - La desinformación no se acabó después de las elecciones de 2016 en Estados Unidos.

Se necesitan estructuras y estrategias sostenidas para rastrear, defender y, cuando se necesite, emprender la ofensiva contra las operaciones de influencia
Brett Bruen

¿Por qué los responsables de reaccionar actúan como si la amenaza se hubiera disipado? Facebook desmanteló su "Sala de Guerra" a finales del año pasado. El gobierno estadounidense no se ha molestado en designar a alguien para resolver este problema. Gran parte de la cobertura mediática disminuyó. En esta inacción hay ecos escalofriantes de los errores cometidos en 2014.

Tras las elecciones de 2016 en Estados Unidos pasamos meses tratando de entender la magnitud, el alcance y la sofisticación de lo que Rusia acababa de hacer. Hubo audiencias en el Congreso, las corporaciones policiacas investigaron, la prensa publicó montones de historias, las empresas de redes sociales trataron de minimizar la gravedad del problema con el eufemismo de "actividad no auténtica".

Las elecciones de 2018 fueron, en gran medida, un ejercicio del estilo como prioridad sobre la sustancia. Las empresas de redes sociales hicieron muchas cosas superficiales: encontraron varias cuentas falsas y dieron la impresión de que estaban haciendo algo, además de darles a sus equipos nombres geniales como "Sala de Guerra".

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Por un tiempo no sabremos hasta dónde llegaron las operaciones extranjeras de influencia en las elecciones pasadas. Apenas ahora, gracias al intenso escrutinio de la investigación de Mueller, se están revelando las incursiones rusas complejas y perniciosas en la campaña de Trump.

¿Cuánto tardaremos en identificar la obra de las María Butina y los Michael Cohen de 2018? CNN reportó hace poco que Rusia trató de infiltrarse nuevamente en el Comité Nacional Demócrata el año pasado. Sabemos que hackearon al Comité del Congreso Nacional Republicano. Lo dieron a conocer hasta pasadas las elecciones, lo que refleja que muchas campañas y organizaciones suelen mostrarse renuentes a llamar la atención sobre un problema de seguridad o que simplemente no saben que sus sistemas están comprometidos.

La idea de que el gobierno ruso estuvo menos activo esta vez se basa en la suposición de que tanto ellos como otras entidades recurrieron a tácticas parecidas. En realidad se refinaron las herramientas y las estrategias se hicieron más sofisticadas. Con base en mis investigaciones en la Fundación Franklin D. Roosevelt de la Universidad de Harvard su trabajo ahora se centra más en invitar a otros a hacerlo por ellos. Es mucho más difícil revelar esa clase de información que cuando proviene directamente de la maquinaria propagandística del Kremlin.

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En todo caso las operaciones se están intensificando. Las denuncias que se presentaron en la investigación de Mueller indican que el presupuesto de Rusia para la guerra informática ha aumentado desde 2016. Para empeorar las cosas, el gobierno de Trump no se ha dedicado precisamente a hacer amigos en todo el mundo. Países como Irán, Cuba y China tienen más motivos para tomar represalias contra las sanciones y las tácticas severas de Trump. De hecho se detectaron intentos considerables de interferencia en el recuento en Florida, en un ataque de Rusia contra la Armada ucraniana y en las protestas callejeras que afectaron a Francia.

Por todas estas razones, y muchas más, me sorprendió que Facebook clausurara su "Sala de Guerra". Con esto sabes que su personal sigue igual de concentrado en el problema.

Pero imagínate que nuestro centro de detección de amenazas nucleares no estuviera centralizado, que todos estuvieran esparcidos en diferentes oficinas e incluso que algunos trabajaran desde casa. Tendríamos toda la razón en preocuparnos de que algo se pase por alto.

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En muchos sentidos, la guerra informática es mucho más difícil de detectar que los agentes nucleares, químicos o biológicos. Al igual que una criatura mitológica puede cambiar constantemente de forma. No tener un grupo reunido, montando guardia, genera brechas, retrasos y dificultades para desarrollar un equipo de alto rendimiento.

Pese a su superficialidad y a sus miles de defectos, la "Sala de Guerra" de Facebook era un comienzo. Como ocurrió cuando estuve en la Casa Blanca, en 2014, nuestro equipo de trabajo variopinto para combatir a Rusia estaba lejos de ser perfecto, pero ya conocía los motivos del gobierno ruso y cuáles podrían ser sus próximos pasos. Era un equipo que conocía sus fortalezas y sabía cómo compensar sus debilidades. Estaba empezando a desarrollar la clase de herramientas especializadas para la siguiente ronda. No era el momento de bajar la guardia.

Es hora de que empecemos a tomar la amenaza en serio. Primero, las tecnológicas tienen que dejar de tratarla como si fuera un episodio de La ley y el orden, en el que un giro dramático ocasional resulta decisivo para impartir justicia.

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Se necesitan estructuras y estrategias sostenidas para rastrear, defender y, cuando se necesite, emprender la ofensiva contra las operaciones de influencia. En segundo lugar, no se trata de un problema técnico. Silicon Valley necesita empezar a contrarrestar la manipulación multifacética de sus usuarios.

Finalmente, Facebook, Twitter, Google y todos los demás tienen que empezar a colaborar para abordar esta amenaza. Todavía no los he visto tomar medidas para derribar las barreras de comunicación, coordinación y colaboración entre empresas. Siguen atascados en una carrera competitiva en la que los consumidores quedan en un distante segundo lugar. Mañana, todos podrían ponerse de acuerdo para implementar la clase de centro de fusión que nos daría más seguridad. Cuando menos, la plataforma de redes sociales más grande del mundo no debería reducir su capacidad de reacción.

Es claro que hay una auténtica inactividad en Facebook. Esto incluye los esfuerzos diminutos, egoístas y miopes que se venden como una campaña auténtica contra la guerra informática.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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