(Expansión) – Una de las grandes decepciones en materia económica de la gestión del presidente Enrique Peña Nieto fue el no haber aprovechado la oportunidad que tuvo para llevar a cabo una verdadera reforma fiscal promotora del crecimiento económico. En uno de los ambientes más propicios de los últimos años, tanto económica como políticamente, la apuesta fue por hacer ajustes primordialmente recaudatorios.
Su sucesor, el presidente Andrés Manuel López Obrador, se ha comprometido a mantener finanzas públicas sanas y a no aumentar los impuestos (por lo menos en la primera mitad de su mandato), lo cual se antoja muy difícil ante la caída en el crecimiento que han provocado sus decisiones y que seguramente dificultará la recaudación y ante las presiones en el gasto público derivadas de sus programas clientelares, su obsesión con mantener a un Pemex prácticamente quebrado a flote y el ineficiente uso de recursos públicos en proyectos con baja o negativa rentabilidad.