Yo entré al curso de pensamiento innovador, y Carlos al de tendencias. Por las tardes, después de clases, Carlos me explicaba su curso y yo le platicaba del mío, entonces me quedó claro que uno no aprende cuando está en la clase, sino cuando intenta explicársela a alguien más y así hace suyo el conocimiento.
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En la primera clase hubo algo que me marcó profesionalmente, el maestro nos preguntó: “¿Cuál es la principal característica de una persona innovadora?”. Éramos unos 20 alumnos de diferentes países y todos sugerimos la respuesta: “Es la persona más creativa, la que conecta los puntos, como diría Steve Jobs; la más divergente, la más arrojada, la que vende mejor las nuevas ideas, el geek que sabe aterrizar”.
Me sorprendió la respuesta que nos dio Marc Segarra, quién, además de maestro, era mentor de startups, nos dijo:
–Un innovador puede ser creativo, disruptivo, colaborativo, contagiador, investigador, geek, pero sobre todo, debe ser empático–.
–¿Y eso qué?, ¿por qué?, ¿qué relación hay entre una y otra cosa?–, alegamos algunos. Empezando por mí.
–Porque lo primero es entender al cliente. Saber qué siente, qué necesita, comprenderlo profundamente, y esto no solo aplica para productos o servicios, también para clientes internos. Cuando una persona no es empática, termina haciendo ocurrencias sin sentido. A eso le llamamos Innovación de Escritorio, que es cuando un área toma decisiones sobre productos o servicios en un corporativo sin entender realmente cómo lo va a vivir el usuario final–.
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