Los que crecen con el caos lo hacen porque sus apuestas fueron las adecuadas, en el momento perfecto, pero en realidad nunca tuvieron el éxito asegurado, una dosis de aleatoria, un destino random les ayudó o les perjudicó.
Hoy por la mañana me marcó una amiga para compartirme su frustración. Cuando la escuché, entendí que hablaba de un Cisne Negro. Invirtió dinero en un vuelo transatlántico, pagó hoteles, hizo una serie de pagos no reembolsables, porque iba a correr su primer maratón, al otro lado del mundo.
Aunque venía saliendo de una lesión, pudo entrenar duro y hace una semana ya se sentía lista para su gran reto: hacer por primera vez 42 kilómetros.
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Pero como dice Taleb, a veces subestimamos el poder de lo aleatorio. “¿Qué te paso?”, intenté adivinar: ¿Una nueva lesión?, ¿la rodilla?, ¿tuviste un problema financiero?, ¿la desaceleración económica en nuestro país?, ¿algún conflicto social en el país al que vas?, ¿alguna guerra o acto terrorista?
Pero justo eso tienen los Cisnes Negros, no los puedes adivinar, si no, no serían Cisnes negros. Son inimaginables. Lo que le pasó a mi amiga es que en un viaje a una ciudad a la que no va muy seguido, la picó un mosquito. Le dio dengue.
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