Para México, el COVID-19 llegó en un año complejo en términos económicos, pues vino a desestabilizar los indicadores que se mantenían “saludables” como el tipo de cambio, la inflación y el flujo de ingresos por remesas al país, además de complicar aún más otros indicadores que reflejaban una débil actividad económica, como la contracción en el PIB 2019 de -0.1%, y la generación de empleos, que apenas alcanzó la cifra de 342,077 plazas creadas, una disminución del 48% en comparación con 2018.
Derivado de lo anterior, a través de diversos estudios de mercado, hoy sabemos que el 83% de los mexicanos se encuentra actualmente en una replanificación financiera para hacer frente a la situación económica de sus hogares.
Bajo este entorno es que muchos podrían pensar que el COVID-19 vino a crear la tormenta perfecta en México. Una que, si bien va a tener fuertes impactos económicos en el corto y mediano plazo, estoy seguro de que traerá desarrollo, nuevas tecnologías y formas de cuidarnos y valorarnos como sociedad. Algunos de los puntos en los que baso esta idea son:
- Cambios de hábitos: el COVID-19 obliga al consumidor a romper sus patrones tradicionales. Las compras de pánico, las modificaciones en el abasto y los retos en la cadena de distribución han modificado la adquisición de productos al interior de los hogares.
- Categorías de alimentos como congelados, enlatados y muchas otras más están llegando a más hogares y han encontrado nuevas ocasiones de consumo entre los miembros del hogar.