En medio de periódicos que tuvieron que abrir sus ediciones en .com, en revistas que dejaron de salir a los anaqueles y están disponibles solo en línea, el mundo digital se adueñó de las viejas nostalgias por recibir tu diario y tu semanario en casa o en la oficina.
La pregunta es ¿qué sigue?, ¿cómo debemos enfrentar la nueva normalidad a la hora de hacer comunicación?
Platicando con el director Carlos Morales, ganador del Ariel a Mejor Cortometraje Documental por Sinfonía de un mar triste en 2019, identificamos una oportunidad para que los cortos y documentales tuvieran una participación invaluable. ¿Por qué? Principalmente porque en esta etapa las grandes producciones serán encarecidas, y castigadas, por las medidas de sanidad que requerirán.
El ejemplo es claro. Una producción que antes tardabas 12 horas en realizar, hoy deberás acortarla en tiempos; duplicando gente y rentas de equipos, con el fin de mantener la seguridad pertinente. Adicional, a todas las medidas de sanitización que deberás incluir en el proceso. De omitirlo, será imposible aminorar riesgos y habrá costos insospechados en términos de bienestar y salud.
Un corto, por el contrario, es una producción más inmediata, con un mensaje más concreto, lo que le permite retomar su aprecio y elevar su valor en términos de impacto. Esto lo vemos ya en el espacio que las plataformas de streaming le dedican dentro de sus contenidos.
Otro de los valores que puede tener el corto es que dan un enfoque diferenciado a muchas acciones de las empresas. Por ejemplo, son un camino efectivo para comunicar actividades de responsabilidad social. Sus mensajes son concretos y a nivel interno de una empresa generan mayor penetración.