Ante este escenario tan complejo, ¿cuáles son las perspectivas que se vislumbran para el empleo en el país? Sin ánimo de ser fatalista, podríamos enfrentar la peor crisis económica de la que se tiene memoria que nos podría llevar a un retroceso en el tiempo. Según estimaciones de la calificadora HR Ratings, el PIB en términos reales finalizaría el 2020 en niveles de 2015, mientras que el empleo formal borraría las ganancias de los últimos dos años y medio.
El Jefe del Ejecutivo tiene una opinión que diverge de las expectativas de los analistas especializados. Su premisa es la siguiente, si bien se pueden perder un millón de empleos, el gobierno contempla la creación de dos millones de empleos nuevos durante 2020. Esto sería a través de sus llamados “programas prioritarios”, incluyendo programas sociales y la contratación de elementos para el sector salud y la Guardia Nacional.
Desafortunadamente, no todo es tan simple. En primer lugar, no se está contemplando el desempleo del sector informal, que, si bien típicamente se ha caracterizado por ser una válvula de escape que mitiga el crecimiento de la tasa de desempleo, la naturaleza de la crisis actual le pega tanto al sector formal como al informal. Si se espera una destrucción de un 1,500,000 empleos formales, este número fácilmente podría duplicarse si se cuenta al sector informal.
En segundo lugar, el enfoque en la generación de empleo parece no ser la correcta. Por ejemplo, entre los programas más importantes generadores de empleo por parte del gobierno están Jóvenes Construyendo el Futuro, el Programa de Mejoramiento Urbano y Sembrando Vida con un estimado de 661,000 empleos. Gran parte de esos empleos son de bajos salarios, entre uno y dos salarios mínimos, muy por debajo del salario promedio de los cotizantes en el IMSS que es casi tres veces mayor.
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En este sentido se busca crear empleos en otros sectores con condiciones laborales muy distintas a los empleos que se han destruido. Un ejemplo es el caso del sector turismo, uno de los más perjudicados por la pandemia y que, según datos del Inegi, representaba el 8.9% del PIB de 2018, cerca de tres veces el sector agropecuario. Para el gobierno resulta más importante apoyar al sector agropecuario, uno de los sectores menos impactados a nivel de desempleo y que tiene un bajo valor agregado, que al turismo que genera muchos más empleos y además implica economías de escala.
Los programas que tendrán un mayor impacto, por lo menos en el corto plazo, ya que su rentabilidad en el mediano plazo es dudosa, son los relacionados a la construcción, los cuales ayudarían a reactivar un sector que lleva más de un año en recesión y que sólo en marzo y abril destruyó 230,000 empleos.
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