Unos de los sectores más sufridos por su intervención obsesiva es el energético. Quiere estar en todo sin saber nada, al grado que ya no nos sorprendería si confundiera los ventiladores que se requieren para los pacientes de COVID-19 con los aerogeneradores que generan electricidad con viento.
Y lo peor no son las lagunas de conocimiento del presidente sino también las de sus cabezas de sector. Hechos recientes comprueban que éste juega a la gallinita ciega, con los ojos vendados, rodeado de sus fieles a quienes tampoco se les prende el foco con la iluminación idónea para guiar un sector tan complejo.
Ya habíamos hablado del portazo que este gobierno le dio en las narices al mundo con su penosa participación en la reunión de la OPEP Plus. Pero el revés lastimoso fue cuando la Secretaría de Energía, después de tanta pataleta, y de conseguir su cometido de una cuota de reducción menor, abandonó en el grupo con la displicencia de quien no necesita nada de nadie.
La industria energética es tan competitiva como es colaborativa. Y es muy mala estrategia despreciar tanto a los rivales como a los socios en un mercado. México se retiró de OPEP Plus por la trastienda.
Este gobierno sabe abandonar mesas pero también le place correr a patadas a sus propios invitados. Como no le ha bastado con borrar nuestra industria de los hidrocarburos del mapa, dio los pasos siguientes para detener el paso del viento y la luz solar a esta tierra.
OPINIÓN: Anillo al dedo para la arbitrariedad
Primero, el 29 de abril de este año aciago, salió “publicado” en el Sistema de Información de Mercados un “Acuerdo” en el que, por razones de la ahora interminable crisis sanitaria, suspendían la interconexión de los generadores de energías renovables a la red de transmisión, en razón de su “intermitencia.” Es decir, como no siempre brilla en sol ni sopla el viento, entonces, a juicio del operador estas centrales no cumplen con la estricta política de “confiabilidad.”