La modernidad ha sido el triunfo, aunque con naturales defectos, de los valores que permiten la expresión de la libertad humana, de su estética, de la dignidad de espacio existencial que le corresponde a cada persona. La modernidad es la instauración de un proceso, la instauración de las bases de convivencia y de relación coherente correspondiente entre el individuo, la sociedad y la economía.
No es una tarea hecha, no es un camino ya recorrido, es una tarea que se hace en el camino; es la idea de continuo progreso, de mirar al futuro sin desoír al pasado, de acabar con anclajes estamentales, con rigideces políticas, con conservadurismos.
La modernidad pone como valor fundamental al ser humano, al sujeto, al individuo, como persona, como sí mismo, como ser con derechos naturales y por lo tanto inalienables, que le son inherentes por el hecho de ser individuo de la especie humana, concepto producto del progreso cultural que tiene un avance en el reconocimiento de la dignidad de la persona.
Es la modernidad el triunfo de la razón, el triunfo de los valores cívicos y laicos por sobre los religiosos, el encauzamiento de una moralidad social y un “deber ser” desde una perspectiva que nace en la sociedad misma y no de “entidades” que emanan de la esfera divina. Es el triunfo de la secularización sobre el dogmatismo religioso.
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Sin embargo, el cambio de mentalidad es importante, pero de ninguna manera asegura la viabilidad a largo plazo de la nueva política. Así, no obstante lo mucho que se ha hecho por “modernizar” la economía y la aceptación de este tipo de acciones, se ha ido ganando entre la población pero todavía falta para que México sea un país moderno y progresista.
Los principales retos que enfrentan las empresas los próximos meses es sobrevivir para evitar más desempleo, se necesita apoyarlas porque de lo contrario pueden venir quiebras importantes.