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¿Cumple Banxico con su mandato de preservar el poder de compra?

El objetivo de inflación sirve como una señal que todos los agentes deben considerar a la hora de planificar sus objetivos financieros, apunta Iván Franco.
mar 18 agosto 2020 12:59 AM

(Expansión) – El mandato constitucional del Banco de México es preservar el poder de compra de la moneda.

Para cumplir con su mandato único, el banco central implementó años atrás la política de inflation targeting u objetivo de inflación, que desde el inicio fijó en 3% con un margen de error de un punto porcentual a cada lado. Con dicho objetivo de inflación el banco emplea las herramientas de política monetaria a su alcance para coadyuvar a lograr el objetivo.

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Repito, para coadyuvar, porque el banco por sí mismo no puede lograr dicha estabilidad de precios empleando sus herramientas de política monetaria.

Son los agentes económicos quienes, con base en tal objetivo y en los riesgos inflacionarios, ajustan sus propias expectativas y administran sus precios, márgenes y ganancias en tal dimensión.

El ajuste de precios de productos al menudeo (la materia prima de la inflación), son decisiones particulares que toman millones de agentes económicos, que están indirectamente influenciados por las decisiones de política monetaria y por las presiones y riesgos inflacionarios. Al final, la inflación es un macro promedio ponderado de millones de decisiones particulares.

Digamos que, el objetivo de inflación que establece el banco central funge como una especie de permiso o señal del techo al cuál es aceptable incrementar precios sin que el instituto intervenga alterando las condiciones monetarias a nivel agregado.

Por una cuestión de lógica comercial, los agentes económicos –que son todos los minoristas– van a apegarse al intervalo superior aceptado por el banco central. Después de todo, ningún comerciante quiere vivir en un mundo de cero inflación o deflación, ya que esta conllevaría una posible depresión económica. Además, los comerciantes buscan rentas y estas se encuentran en gran medida en los jugosos aumentos de precios.

Puede decirse que el objetivo de inflación se ha cumplido en el tiempo. Si se analiza la gráfica histórica de la inflación mensual anualizada de prácticamente cualquier mes del año, la inflación subyacente (que es la que importa), se encuentra entre un 3% y su intervalo superior de 4%.

Por otro lado, durante todos los años que el banco central ha buscado la convergencia de la inflación hacia su objetivo –con su margen de error–, tanto la situación económica, como la política monetaria, la fiscal, el potencial de crecimiento y el propio crecimiento económico han sido variantes.

Hemos visto algunas etapas de expansión y otras de recesión económica. Sin embargo, el objetivo de 3% más un punto porcentual han permanecido inalterados.

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Por ello, la reducción de la inflación subyacente de años recientes ha tenido menos dependencia de los ciclos monetarios y de las presiones estructurales de la economía mexicana sobre el nivel de pecios. La excepción es el año 2017, donde hubo un ajuste atrasado y masivo de precios que generó inflación. Un ajuste que por cierto vino por una burbuja monetaria provocada desde el año 2014.

Por otro lado, un objetivo de 3-4% implica que el banco central acepta de forma tácita una inflación más amplia, tanto para épocas de expansión como en épocas de recesión, lo que me parece un error por una simple razón: si quisiéramos preservar el poder adquisitivo de la moneda, pero también el nivel de bienestar de las personas en épocas de contracción, tendríamos que reducir el objetivo de inflación, a fin de mantener un nivel de producción real aceptable ante reducciones del producto nominal.

Pero eso no es todo. Al permitir un objetivo de inflación de 3-4%, el banco central está implícitamente aceptando déficits holgados en la cuenta corriente. Ya que la economía mexicana es tradicionalmente deficitaria con el exterior, se puede estar incentivando indirectamente la importación de productos que son sujetos de precios volátiles, dados los riesgos cambiarios que constantemente se materializan en la depreciación del peso.

El beneficio más importante es una defensa más efectiva del poder de compra. En épocas de contracción económica un objetivo de 3-4% es muy elevado y merma significativamente el poder de compra de las familias de menores ingresos.

Por otro lado, cuando los riesgos inflacionarios son reducidos, un menor objetivo de inflación limita la búsqueda de rentas que favorece a los comercios, en beneficio de los consumidores. Contrariamente, cuando hay presiones inflacionarias, incentiva la búsqueda de eficiencias por parte del minorista y de los productores.

Adicionalmente, un menor objetivo de inflación limitaría el exceso de dependencia de productos finales importados valuados en dólares, y eventualmente, tendría el incentivo hacia la planta productiva nacional. Es decir, podrían generarse eficiencia en la importación.

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El objetivo de inflación sirve como una señal que todos los agentes deben considerar a la hora de planificar sus objetivos financieros. Si la señal actual está rebasada y por ende, banco central no está cumpliendo con su mandato, entonces hay que apretarla.

Una reducción del objetivo a 2-2.5% con un punto de error no debería asustar a los tomadores de decisión. Partiendo de la premisa de que la inflación subyacente no baja de 3-4% y que aumenta incluso en épocas de recesión, el objetivo actual ya queda corto y es necesario adecuarlo a los nuevos tiempos.

Nota del editor: Iván Franco es fundador y director de la consultora de inteligencia competitiva Triplethree International. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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