Una pandemia devastadora que presenta desafíos sanitarios y económicos que definen a la época, garantizan una atmósfera política altamente flamable. Un creciente movimiento de demanda de justicia racial y un grado sin precedentes de distanciamiento de la comunidad internacional, exigen además, atención inmediata.
Sin duda parte de esa realidad ya existía, pero fue ignorada o maquillada sistemáticamente por años. Tales grados de injusticia social, y de discriminación profundamente arraigada, requerirán soluciones complejas y sutiles. Estas tensiones cocinadas a fuego lento, ignoradas durante décadas, difícilmente necesitan ser más avivadas en el contexto electoral.
Después de una larga espera que pareció toda una época, los demócratas decidieron tomar el atajo y dejar pasar por esta ocasión la posibilidad de que alguno de las nuevas figuras carismáticas y populares pudieran causar algún sobresalto en su electorado fiel y han preferido apostar por el sobrio y firme Joe Biden.
Pero la incorporación de Kamala Harris como compañera de fórmula envía el poderoso mensaje, desde la discursiva imagen de la primera mujer de color en buscar ser Vicepresidenta, de que esos temas vergonzosamente ignorados por mucho tiempo pueden ser abordados con seriedad y convicción. Su lema de campaña "Luchemos con convicción, luchemos con esperanza, luchemos con confianza", probablemente dé la esperanza de una voz a los millones de estadounidenses que se han sentido excluidos de la conversación.
A su vez, en una crítica devastadora a la América del presidente Trump, el expresidente Barack Obama acusó a la Casa Blanca de buscar desalentar el voto y duramente, de contar con el “cinismo” de la gente, para garantizar cuatro años más. Su advertencia de que "Lo que hacemos resuena a través de las generaciones" es un llamado casi desesperado a los votantes indecisos.
El expresidente afirmó en su discurso que Trump no ha mostrado la debida reverencia (Sic) por el cargo que representa y mucho menos ha puesto la investidura al servicio de la nación.