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Humanizar la inteligencia artificial

Está claro, el problema no es la tecnología, sino lo que hacemos los humanos con y frente a ella, apunta Nicolás José Isola.
vie 11 septiembre 2020 11:58 PM

(Expansión) – ¿Qué tienen en común los coches automáticos, la detección precoz del cáncer de mama y algunas cervezas? El uso de inteligencia artificial (IA).

En nuestra imaginación, la inteligencia artificial aparece vinculada a la programación, al machine learning y a las ingenierías. Sin embargo, las ciencias sociales y humanas, comúnmente identificadas con el estudio del pasado, tienen mucho que decir en empresas como Facebook, Amazon o Google, entre otras que utilizan la inteligencia artificial.

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Muchas de estas empresas están pensando aceleradamente en grandes avances tecnológicos para cambiar nuestras vidas, pero muy poco en el impacto social y psicológico que estos cambios pueden tener en el tejido social en el futuro.

En Japón, Sony creó Aibo, un perro robot que aprende sobre los hábitos de su dueño o dueña y que, incluso, adapta su carácter cuando cambia el carácter de ellos. Algoritmos de mascotas que almacenan información, escuchan y saben cómo piensa y reacciona su dueño.

Es cierto que el contexto social de ese país es favorable: más del 30% de la población japonesa es mayor a los 65 años. Hay ancianos que roban solo para ir a la cárcel y ser acompañados. Así como lo lee. Increíble. Para miles de japoneses, estar con Aibo (que significa "acompañante", en japonés) es estar con alguien, no con algo.

Esta tecnología puede cambiar nuestras ideas sobre lo que entendemos por cercanía y alteridad: confianza, fidelidad, intersubjetividad o amor.

Como filósofo, doctor en ciencias sociales y Coach Ejecutivo me parece esencial ayudar a problematizar estos y otros fenómenos sociales que vendrán hacia nosotros más temprano que tarde.

Pensemos juntos. En una sociedad en la que Aibo sabe todo sobre mí, ¿qué significa “conocer a alguien”? ¿Esos perros robot: conocen a sus dueños? ¿Qué idea de alteridad hay detrás? ¿Puede un robot llegar a ser un otro para mí en el futuro?

Esos perros saben todo sobre sus dueños. Si por el tono de voz lo notan agresivo, intentan ser comprensivos. Generan una sensación de empatía, conocimiento e intimidad. Son robots y consiguen producir en sus dueños la sensación de que les retribuyen su cariño.

Hay reuniones periódicas en cafés en las que aquellos que tienen un perro robot van con sus mascotas, las visten, les ponen moños. Hay reuniones de humanos en torno a los perros robots. Algoritmos que motivan interacción humana.

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Todo esto lleva a preguntarnos por aquello que les sucederá a los seres humanos con estas transformaciones que vivimos, ¿cómo reaccionaremos?

Las empresas tecnológicas están analizando poco estos cambios internos que ocurrirán en el psiquismo y en el comportamiento de las personas.

La idea de ser invadidos por máquinas, la experiencia de una intersubjetividad con robots, la costumbre de conversar con un sistema operativo: ¿qué les sucederá a las personas con estos avances?

No estoy discutiendo el trillado asunto de la pérdida de mercado de trabajo humano por el aumento de robots, sino describiendo las peculiaridades que el comportamiento social puede albergar.

Está claro que para muchas compañías se reducirán costos, pero la sociedad no está hecha sólo de empresas, sino de un tejido social que corre el riesgo de cambiar brutalmente hacia no sabemos dónde. Es necesario estudiarlo. Plantear escenarios, analizar variables, conocer el comportamiento interno de las personas y sus formas de reaccionar.

Incluso, quizás esos mismos estudios les permitan a esas compañías modificar el hacia dónde van a innovar en materia de IA y hacia dónde no lo harán.

Gracias a los avances en IA, ya hemos logrado y lograremos muchísimas facilidades en nuestras cotidianidades. Un ejemplo de ello es que tendremos más tiempo libre. Esto cambiará nuestra percepción del significado de la vida. El exceso de tiempo libre puede sonar agradable, pero para algunos puede generar una sensación interna de inutilidad.

Está claro, el problema no es la tecnología, sino lo que hacemos los humanos con y frente a ella.

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Ideas antiguas de los griegos, como la de justicia o la de salud, están siendo modificadas por los algoritmos. En derecho, los bufetes de abogados utilizan la inteligencia artificial para responder a los casos judiciales que se les presentan, teniendo en cuenta la historicidad jurídica existente y la jurisprudencia en la materia.

En medicina, algunos psiquiatras aprovechan la monitorización basada en IA para diagnosticar mejor la gravedad de los trastornos de los pacientes. En el reclutamiento de talento en las multinacionales, un asistente virtual puede por chat seleccionar a los mejores entre miles de candidatos, para luego dar paso a sólo unas pocas entrevistas con humanos. Esto ya sucede: máquinas que hacen en segundos un trabajo mucho más preciso que el mejor de los humanos.

Así, podríamos seguir enumerando infinidad de cambios sociales en el futuro: ¿cómo será la decisión vocacional de los adolescentes en 20 años cuando muchas profesiones ya no existan? ¿Cuál será la necesidad de estudiar en este mundo “waze” que necesita cada vez menos de memoria y más de algoritmos para orientarse? Una idea muy antigua, como la de vocación, cambiará bestialmente.

Estos son solo algunos de los temas que surgen y merecen ser discutidos bajo la mirada complementaria de consultores que serán especialistas en comportamiento humano (filósofos, antropólogos, sociólogos y psicólogos).

Es urgente que las empresas tecnológicas de vanguardia que utilizan IA empiecen a pensar en ello. Hacerlo mejorará el impacto social de sus descubrimientos y productos.

Somos nosotros los que decidimos si el futuro de los algoritmos tendrá un rostro humano.

Nota del editor: Nicolás José Isola es filósofo, master en educación y PhD. Ha sido consultor de la Unesco y actualmente es Coach Ejecutivo, Consultor en Desarrollo Humano y Especialista en Storytelling. Escríbele a nicolasjoseisola@gmail.com y síguelo en Twitter , Instagram y/o LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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