La pandemia acelera la revolución 4.0 en las empresas
Afortunadamente mi trabajo me permite realizarlo desde donde sea. Si bien disfruto mucho más de las sesiones presenciales, el interactuar con muchos países me obliga a utilizar la virtualidad de manera cotidiana. Eso no fue nuevo para mí, sólo que se extendió a la totalidad de mis clientes y proyectos. Hubo que reinventarse. Buscar espacios en la casa, redibujar las habitaciones, ajustar horarios. Y todo eso aún sin escuelas funcionando. Después la cosa se puso aún mejor con el inicio de clases.
Por cierto, justamente a fines de marzo, mis hijos, que son trillizos, cumplían 8 años. Cumplieron 8 años, en el encierro. Ni fiesta, ni festejo escolar, ni pastel con los amigos. Celebramos los 5, en casa, con todo lo que se nos ocurrió que los podía hacer felices. Al ser todo tan reciente y confuso, aún no se inventaban las caravanas y los festejos virtuales. Así que fue un cumpleaños diferente. Muy diferente.
Y así podría seguir mencionando hechos y realidades que nos han pasado, y me han pasado, en estas 26 semanas. Cada día trajo nuevos retos, y preguntas. Y ansiedades. Y preocupaciones. Y sonrisas. Y atardeceres. Y más preguntas.
Pero hoy lo que me trajo a escribir estas letras es el gran descubrimiento de que hemos sobrevivido. Hemos llegado hasta aquí. Hemos recorrido 184 días con sus noches, de una realidad que nunca hubiéramos imaginado.
Si me hubieran preguntado el 6 de marzo, día en que yo estaba en un hermoso hotel en Jalisco trabajando con un equipo de alto rendimiento, donde iba a estar el 13 de septiembre… me hubiera reído y hubiera respondido: seguramente trabajando en algún país de Latinoamérica, o en Guadalajara dando sesiones presenciales como siempre ha sido cada dos semanas, o de vacaciones en la playa con mi familia… nunca, nunca hubiera sido mi respuesta “estaré encerrada con mi familia en casa, tomando muchísimas precauciones cada vez que inevitablemente tengo que salir, y pidiendo toda la comida (entre otras cosas) en línea”.
Han sido meses difíciles, para todos. De introspección para algunos, para otros de muchísima angustia y desesperación. De pérdida de empleos, de distancia familiar aún dentro de la misma casa, de horas interminables de trabajo para los que tienen la bendición de conservar el suyo. De cocinar, jugar, aprender, tejer, bordar, remodelar la casa, cultivar plantas, comer más de lo que deberíamos. De insomnio, de incertidumbre, de ansiedad, de silencios, de reuniones a distancia, de extrañarnos más que nunca.
Y la gran mayoría (porque no todos, desafortunadamente) hemos sobrevivido. Y estamos aquí y ahora. Y por eso quiero invitarlos a hacernos una pregunta: ¿qué he aprendido en estos 184 días, en especial sobre mí mismo? La respuesta debería ser nuestra herramienta principal para enfrentar los días que vienen, que aún no sabemos cuántos serán. Busca esa respuesta, escríbela, abrázala, y si no te gusta, hoy mismo puedes empezar a construir una nueva.
Nota del editor: María Inés Corva es Coach Ejecutivo Estratégico Internacional, Conferencista y Consultora en Desarrollo Humano. Coaching Head y Fundadora de People Awareness en la Ciudad de México. Escríbele a ines.corva@pawaremx.com . Las opiones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
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