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Las partes del pasado que detienen nuestro futuro

No podemos vivir pensando en lo negativo y usarlo como justificación para no actuar, México somos todos y no únicamente el gobierno o partido en turno, opina Mauricio Hubard.
lun 21 septiembre 2020 05:56 PM

(Expansión) – “Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres inteligentes y pueblos valientes solo necesitan saber a dónde van”: José Ingenieros.

Cuenta el chiste que Dios empezó a repartir los bienes en la tierra, cuando le tocó llegar a México le dio playas a dos océanos, todo tipo de climas propicios para la agricultura, minerales preciosos, animales de muchas especies, petróleo, etcétera, en ese momento, un ángel le dijo “señor, hay lugares que no tienen nada y a este país le das todo” y la respuesta de Dios fue “pero le voy a dar a los mexicanos para compensar”.

Es un chiste muy viejo, lo recuerdo de los años 80 y seguramente venía de tiempo atrás, nuestro país había pasado por diversas crisis económicas, devaluaciones, endeudamientos, malas políticas públicas y una enorme corrupción; Dios había dado a los mexicanos.

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Si nos remontamos al pasado, hace casi 100 años, México había salido de una revolución, seguían existiendo movimientos armados en diferentes partes del país, caciques que controlaban territorios enormes, estados enteros, el sistema de gobierno era extremadamente frágil y existía la posibilidad de no poner en orden al país.

Cuando en 1928 el presidente Álvaro Obregón, que puso los primeros pasos para la pacificación del país fue asesinado, su sucesor, Plutarco Elías Calles propuso la fundación del Partido Nacional Revolucionario, que después se convertiría en el PRI; parte del éxito de éste fue crear el sistema federalista, donde todos los estados se alineaban al centro, al presidente en turno, con la condición de que en cada estado el gobernador y en algunos los caciques, gobernaban libremente mientras cumplieran con el gobierno federal.

Y, así en el tiempo, a fin de ir centralizando el poder, de poner en orden a México, se fueron creando poderes fácticos, a los que el gobierno federal necesitaba alineados y en orden, generando paz social; a los sindicatos se les dieron respuestas a sus reclamos, a algunos empresarios las grandes concesiones y obras del país, a cambio también de compartir con las gentes del poder, a los campesinos se les repartió tierras, etcétera.

El México post revolucionario lograba poner en orden a los mexicanos y sembrar, de la forma mencionada, el camino al desarrollo. Pero este sistema, que acabó dando atribuciones pluripotenciales a los presidentes en turno, fue arrastrado por la forma en que se puso en orden, grandes centros de corrupción.

Y, como estos permitían la paz social, nadie se quejaba, a nadie le importaban las enormes fortunas que se hacían al amparo del poder, muchas de las que todavía se mantienen entre las más importantes del país. Tampoco era de interés la gran desigualdad que se fue creando, los trabajadores no ganaban salarios justos, pero los líderes sindicales, que recibían enormes cantidades del gobierno, los mantenían controlados, lo mismo pasaba en el campo.

Y así se vivió por muchos años en México, la corrupción, las canonjías del poder se repartían a los favoritos del grupo de poder en turno.

A mi generación nos tocó todavía que dar un dinero a un policía a fin de que no pusiera una infracción, lo que se llama “mordida”, era normal.

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La pandemia acelera la revolución 4.0 en las empresas

Pero no todo era malo, el chiste que menciono al principio es exagerado en extremo y negativo. En México ha habido grandes hombres y mujeres, en todos los sectores sociales, económicos, políticos, artísticos, laborales, académicos, entre muchos otros, que han logrado instituciones ejemplares, que, si bien son perfectibles, han permitido un gran avance al país.

Pensemos en la UNAM, el INE, el TLC que ahora es el T-MEC, institutos de salud de clase mundial, incluso, un sistema de partidos, que ha permitido en 20 años en cuatro ocasiones la alternancia y que se logró de forma pacífica después de 70 años de un gobierno de partido único, empresas de nivel mundial, avances científicos, grandes atracciones de inversión extranjera directa, desarrollo turístico del país como uno de los 10 principales del mundo, etcétera.

Y, sin embargo, en muchos temas seguimos atados por nuestro pasado; el presidente parece más interesado en hablar y hacer política sobre el periodo neoliberal, que planes eficientes para el presente y el futuro, los empresarios en plan de no invertir (cuando más se necesita en la historia, ante la pandemia) por enfrentamientos con el gobierno, que, si bien este ha minado en gran medida la confianza a la inversión el gobierno, el sector empresarial puede encontrar formas de apostar al futuro de México, los partidos políticos desvanecidos por grillas internas, la gente en el poder con actitudes de rencor (no todos, pero sí reconocidos).

El presidente Abraham Lincoln dijo “Yo no sé quién fue mi abuelo, me importa mucho más saber quién será su nieto”.

Necesitamos cada uno, como mexicano darnos cuenta de que el futuro lo hacemos nosotros, que el pasado debe quedar ahí, reconocer las fallas del sistema no solo político, también social, empresarial, laboral y trabajar en corregirlas con ideas y colaboración hacia ese México que podemos lograr.

Debemos sembrar lo que nuestros hijos van a cosechar, alentar en ellos el no ser pasivos en el desarrollo integral del país, que se inconformen y critiquen, pero de forma propositiva y proactiva, que estudien la historia de México, que entiendan cosas tan recientes pero trascendentales como el desarrollo de la democracia, sus actores, sus etapas, etcétera.

No podemos vivir pensando en lo negativo y usarlo como justificación para no actuar, México somos todos y no únicamente el gobierno o partido en turno.

Y, ante la época que vivimos, de una pandemia nunca antes vista como el COVID-19, no perdernos en las grandes cifras, al día de hoy ya van, en seis meses más de 72,000 muertos, más de un millón de personas desempleadas en la economía formal, millones más en la informal; si nos quedamos en las cifras, la crisis se convierte en una que no vemos. Tenemos que actuar todos, adultos y jóvenes, de todos los sectores de la sociedad.

¡No permitamos que el pasado limite nuestro futuro! Depende de cada uno de nosotros.

Nota del editor: Mauricio Hubard es Fundador y Presidente de Juntos Financiera , estudió Relaciones Industriales en la Universidad Anáhuac del Sur, graduado de la escuela de Negocios de Harvard (Harvard Business School) en la maestría ejecutiva “Owners, President Management Program, OPM “ en la generación 34, es miembro activo del Harvard Alumni Association, ha tomado diversos cursos en esta escuela relacionados con Microfinanzas, Gobierno Corporativo, entre otros; Desarrollo de Instituciones Financieras en el JFK School of Goverment de Harvard, también de Responsabilidad Social de las Empresas por la Universidad de Stanford y el ESADE de Barcelona. Escríbele a hubardm@gmail.com. Síguelo en su cuenta de Twitter . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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