Con ese nivel de impulso fiscal no lograremos contener el efecto en cascada que detonó el encierro, la parálisis de actividades económicas y la eventual caída en empleo e ingresos de sectores importantes de la población. La encuesta a especialistas en economía del sector privado consultados por Banxico durante septiembre indica que se espera una contracción de 9.8% del PIB para 2020.
Un reciente trabajo de investigación de Nora Lustig y otros académicos indican que las acciones emprendidas para contener los efectos de la crisis en Argentina y Brasil han sido instrumentales en contener el crecimiento de la población en pobreza. Es posible que en Brasil el incremento de la población en condiciones de pobreza sea cero. Esto no es ninguna casualidad, el gobierno brasileño destinó casi 7% de su PIB para expandir programas de asistencia y otros mecanismos de apoyo a familias y negocios.
Otros países como Perú, con condiciones de acceso a financiamiento internacional mucho más restrictivas que México, y con niveles relativamente inferiores de desarrollo económico han sido capaces de impulsar planes de reactivación ambiciosos. Este país destinó 9% de su PIB a la expansión de programas de apoyo y rescate económico.
No solo estamos dejando pasar las oportunidades de corto plazo para frenar el colapso económico. También podríamos estar desperdiciando oportunidades para cambiar el largo plazo. La necesaria expansión del gasto público no debería atender solo la crisis de empleos, sino otras crisis paralelas como el cambio climático y la degradación del medio ambiente. De acuerdo con un análisis de Vivid Economics algunos países europeos, Corea del Sur y Canadá están destinando parte de sus paquetes de rescate y reactivación a iniciativas verdes como inversión en infraestructura verde, transición a energías limpias y transporte sustentable.
En el ámbito laboral, si la estructura productiva de las empresas no logra recuperarse, mucha gente tendrá que depender de las precarias condiciones de protección social del mercado informal.
Esta dinámica va en sentido contrario de lo que deberíamos estar impulsando. El debate internacional de las reformas laborales post COVID-19 se centra en la necesidad de fortalecer a los mercados laborales formales y ampliar la protección social que ofrece su marco legal.