En ese tiempo no se contaban con los materiales capaces de soportar la presión y las altas temperaturas a las que la nave iba a ser expuesta. Tampoco existían instrumentos de navegación probados y mucho menos una forma segura de traer a los astronautas de regreso al planeta.
Pasaron más de 50 años del compromiso de Kennedy y hoy en nuestra industria de marketing y publicidad, pensar en ir a la Luna podría parecer un desafío tan ambicioso como imposible. Quizás porque no es prioridad y hay cosas más urgentes que llegar a la Luna, aunque cuando Kennedy lo anunció eran tiempos de Guerra Fría y, seguramente, muchos también habrán dicho que había cosas más urgentes.
Tal vez la Luna se nos escondió atrás de KPIs que miden resultados a largo plazo y nos olvidamos del largo plazo y ver más allá.
El COVID-19 y la desaceleración económica nos dan una ventana de visibilidad que muestra claramente quiénes estaban construyendo a largo plazo. Las empresas que observaron la inminente digitalización de la región entendieron el impacto de los dispositivos móviles y apuntaron a ser pioneros en sus industrias, y hoy presentan crecimientos acelerados.
Sin embargo, las empresas enfocadas solamente en resolver el corto plazo voltearon a ver su planeación anual y descubrieron que poco de eso les sirvió. En un año el mundo cambió y cada vez se pone más difícil.
OPINIÓN: El valor de la esperanza y de soñar
Quizás La luna también se nos perdió en una constelación de “no podemos”, y en muchos casos con argumentos muy lógicos. Incluso, a veces ni siquiera contamos con la tecnología ni las herramientas para llevar una idea a la Luna, así como tampoco existían cuando Kennedy se comprometió ante el mundo.
Por eso debemos pensar en cómo sí podemos. Explorar qué tenemos, qué hacer o desarrollar hoy, con base en el futuro que queremos crear.