¿Quién es Kamala Harris? La primera mujer en ocupar la vicepresidencia de EU
Los asuntos que podrían causar mayor rispidez son los laborales, ambientales y energéticos. Los legisladores Demócratas se mostraron más insistentes en incluir las cláusulas laborales en el T-MEC y promovieron la idea de los inspectores para asegurar que México cumple con las normas. Lo mismo ocurre con el medio ambiente, ya que los Demócratas mostraron más reticentes en las negociaciones del acuerdo comercial por estos temas, al no confiar en que México pueda apegarse a los lineamientos.
El riesgo más importante puede venir en la colación del sector energético, ya que una de las promesas más enfatizadas de Biden-Harris ha sido el impulso de una economía más sustentable con un mayor uso de energías renovables, en yuxtaposición con la predilección de López Obrador por combustibles fósiles y el rescate de Pemex.
Una lección que México debe aprender de esta elección es que el oleaje no debe ser tan influenciado por la relación presidencial. Lo que ha preservado la inercia de la relación es la institucionalización. Hay que profundizar más en el diálogo interparlamentario, la diplomacia consular y el cabildeo con los grupos de interés, como las cámaras empresariales. En ese sentido, el curso de la relación dependerá de la configuración del Congreso.
La Cámara de Representantes permaneció bajo el dominio demócrata, pero el Senado aún tiene dos asientos de Georgia en juego que, de pintarse de azul, otorgarían también el control de la Cámara alta a ese partido (Kamala Harris rompería cualquier empate). Por otro lado, los Republicanos cuentan con 27 de las 50 gubernaturas, por lo que la estrategia de acercamiento a los estados es distinta. En fin, mientras más anclados estén los vínculos con los demás actores, las fricciones en la superficie tendrán menor impacto.
Un mal comienzo no forzosamente determina el resto del trayecto, pero sí es un augurio. Tener una contraparte más predecible permite el diseño de una estrategia a mediano y largo plazo más estable que la inmediatez a la que orillaba Trump. Sin embargo, una política exterior más ambiciosa y con un andamiaje institucional más sólido exige también un cambio en México.
El paralelismo de Obama en algunos temas no será suficiente, puesto que la contraparte no es Calderón ni Peña. López Obrador tiene otros posicionamientos y prioridades que podrían obstaculizar el avance en la agenda bilateral. Habrá que buscar los medios para estabilizar y conducir el curso de las cosas de la manera más fluida y efectiva.
El viento más impetuoso despierta las olas más devastadoras, mientras aquel que acompaña al agua permite un pronóstico más predecible y un tránsito más navegable.
Nota del editor: Antonio Michel estudió Relaciones Internacionales en el ITAM, donde es profesor, y tiene una Maestría en Administración Pública por la Universidad de Maxwell. Trabajó casi 7 años en la Administración Pública Federal, en las secretarías de Relaciones Exteriores, Desarrollo Social, Energía y Gobernación. Su pasión son los asuntos internacionales, los asuntos políticos y la administración pública. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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