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La LIE y sus cambios: pólvora en infiernillos, mentiras verdosas

Seamos serios: si realmente queremos competencia y un medio ambiente limpio, estemos dispuestos a pagar los costos, opina Miriam Grunstein.
jue 11 febrero 2021 12:01 AM

(Expansión) - Qué ironía que las iniciales de la Ley de la Industria Eléctrica, sean precisamente LIE, cuya voz inglesa es “lie”, y su significado, mentira.

Pasarán los días y seguramente con ellos también los cambios a esta Ley. Es improbable que una iniciativa que proviene del líder del partido que tiene mayoría en ambas Cámaras sufra modificaciones sustantivas, a menos de que –por resquemor a los arbitrajes de inversión— él mismo los impulse y/o permita. De otra forma, podemos prever que lo que leímos en tiempos recientes “es lo que hay”.

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Y lo que hay es predeciblemente inconstitucional. Vamos, aunque todos hagamos declaratorias de inconstitucionalidad, los abogados sabemos que ningún acto jurídico lo es hasta que así lo declara un juez competente.

Mas aún, hay que prever que se combata por algún medio de control constitucional y que si prevalece la independencia judicial, no lo resistirá. Más aún, en la inteligencia de que esta iniciativa provenga realmente de Manuel Bartlett, quien es un abogado competente, no se entiende bien para qué la propuso en lugar de un cambio constitucional.

Este último, si siguiera el debido proceso, quedaría inscrito casi en piedra. Entonces, con buenas probabilidades de pasar tal cual por el órgano reformador de la Constitución, ¿por qué cambiar la ley para solo sembrar pólvora en infiernillos?

Sospechamos que esta iniciativa, como muchos malabares Bartlettianos, son conatos de explosión: como en las caricaturas, se prende la mecha, se detona el escándalo interno, pero también con nuestros socios comerciales en el extranjero. Luego, habrá un azotón de puertas, reuniones en el Olimpo y se llega a un acuerdo, que nadie sabe con certeza cómo se alcanzó.

Ese es un escenario posible y ya vivido. Recordemos la encerrona con los transportistas de gas natural en la que Slim fue la voz cantante. Otro escenario es que llegue a tribunales; que en el Senado se junte el 33% del quórum para la acción de inconstitucionalidad y que en la Suprema Corte reviente la iniciativa.

Ese es otro escenario posible y así pasó con el ahora finado Acuerdo de Confiabilidad. Mientras tanto, el presidente y Bartlett, su Rasputín, habrán logrado lo que seguramente se propusieron desde un principio: encebollarle el hígado a la inversión y golpearse el pecho como lo hiciera un gorila de 300 kgs.

Con una iniciativa jurídicamente tan coja es cuestionable que de verdad haya una voluntad de cambiar el régimen jurídico vigente. Lo que se quiere es molestar.

Por otra parte, también es llamativa la doble moral de las legiones de los que hoy se ostentan como defensores a ultranza del régimen de competencia y del medio ambiente. En general, el sector industrial mexicano nunca, pero nunca, ha propiciado ésta y menos ha rendido veneración a la Pacha Mama.

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Desde que tengo memoria energética, en mis inicios en la CRE hace más de 20 años, el problema radicaba en convencer a los industriales mexicanos de que la volatilidad de precios resultantes de un mercado abierto era mejor que el yugo de los monopolios.

Sin embargo, casi por derecho natural, lo que la industria nacional exigía era gas y electricidad baratos, provistos en el piquito por el Estado. Pemex y CFE eran las ubres (ahora secas) de CONCAMIN y similares.

Otro cosa cosquillosa es que, fuera de Morena, México se ha convertido en la región, si bien no más transparente, al menos más verde. Cuando se discutía la reforma energética, el gran impulsor de la misma era el archi mentado shale gas, no las energías limpias.

Además, la CFE históricamente ha tenido pleito casado con las renovables desde siempre. Hubo que hacerle manita de puerco tanto a la CFE como a Ancira para que no sabotearan la aprobación de la Ley de Transición energética porque su voluntad inveterada y persistente de comprar energía generada con gas, solo gas, siempre gas, que no es el peor combustible pero que deja su huella de carbón.

Y si alguien tiene la idea falsa de que el repudio a las renovables lo ha manifestado tan solo este gobierno, les recuerdo o menciono la frase predilecta de Alfredo Elías Ayub, que repetía como disco rayado, al referirse a ellas en cualquier foro: “dejarle el sector eléctrico a las renovables es como dejarle la tripulación del Titanic a un borracho.”

Seamos serios: si realmente queremos competencia y un medio ambiente limpio, estemos dispuestos a pagar los costos. Si no, no sembremos pólvora en infiernos ni mentemos en vano mentiras verdosas.

Nota del editor: Miriam Grunstein es profesora e investigadora de la Universidad ORT México y es académica asociada al Centro México de Rice University. También ha sido profesora externa del Centro de Investigación y Docencia Económicas y coordinadora del programa de Capacitación al Gobierno Federal en materia de Hidrocarburos que imparte la Universidad de Texas en Austin. Hoy es socia fundadora de Brilliant Energy Consulting y dirige el blog Energeeks. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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