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Ideas cuánticas para México

Garantizar el apoyo y los recursos a la ciencia y tecnología mexicana no es una apuesta, sino una inversión hacia una sólida economía del conocimiento, opina Javier Murillo.
mar 09 marzo 2021 11:59 AM

(Expansión) - La creación de la funcionalidad del aprendizaje automático, a partir de conceptos físicos fundamentales, es el nuevo desafío que los científicos tienen en puerta; al menos así lo han hecho saber especialistas de la Universidad de Radboud, tras difundir este gran paso hacia lo que se denomina cerebro cuántico.

Y es que entre los avances tecnológicos de los que casi cotidianamente nos enteramos, el reciente estudio encabezado por Alexander Khajetoorians se antoja como un asunto de relevancia mayor que obliga a observarlo muy de cerca.

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Desde que Max Planck desarrolló la teoría cuántica en el siglo XX, han pasado muchas cosas y, a pesar de que los cuantos forman parte de nuestro día a día, si el cerebro cuántico avanza, como lo esperan sus desarrolladores, ello representaría un parteaguas no sólo en el manejo y el almacenamiento de información sino una nueva era para la computación, la Inteligencia Artificial y hasta para la comprensión de nuestros propios procesos cognitivos.

Ahora, este hallazgo científico no es casual. Khajetoorians ha pasado la última década enfocado en crear la funcionalidad de aprendizaje automático a través de redes neuronales basadas en energía; básicamente aprendizaje automático cuántico, puesto que, hasta ahora, la plasticidad, el aprendizaje, y el reconocimiento de patrones se había podido conseguir a través del desarrollo de software y su enfoque híbrido con el auxilio de computadores externos.

El estudio se enfoca en cómo un átomo magnético personifica el límite de escala para el almacenamiento de información magnética, demostrando el potencial para el almacenamiento de información de un solo átomo a alta temperatura. Este tipo en un conjunto de imágenes de un solo átomo representa la miniaturización definitiva de la tecnología de almacenamiento de datos, en la que dos orientaciones específicas de cada momento magnético atómico representaban un bit de información.

No obstante, los investigadores fueron más allá y consiguieron ensamblar una red de átomos que juntos logran conectarse y crear patrones de forma similar a una neurona.

Sinceramente, es fascinante observar cómo la física cuántica avanzó en su empeño por desentrañar los procesos cognitivos, y más aún, cómo consiguió replicarlo de forma artificial. Sin embargo, parece ser que el halo de misterio es una parte intrínseca a ella, ya que, a pesar de los excelentes resultados, no se podrá seguir lo suficiente en el desarrollo de un cerebro cuántico hasta que no se comprenda el cómo y el por qué se consiguió replicar el proceso de una neurona, a través de una red de átomos de cobalto colocados sobre fósforo negro en laboratorio.

Y son justo estas nuevas interrogantes las que obligan a los físicos en el mundo a continuar adelante con sus investigaciones en una carrera por conocer cómo se pueden manipular los nanos conceptos de estas partículas y generar este otro nuevo tipo de inteligencia.

Hay una naciente realidad: Un material inteligente que puede aprender, cambiándose físicamente, con capacidades superiores a cualquier cosa que hayamos visto hasta ahora, y aunque no parece que vaya a estar al alcance del mundo ni siquiera en pocos años, eso no le quita valor a las posibilidades.

El desarrollo del cerebro cuántico está en marcha y los gobiernos democráticos deben comenzar a agregarlo en sus agendas de ciencia y tecnología desde ahora, ya que si este avance científico y tecnológico crece, comienza a tener una forma concreta, y representa una herramienta real, los estados no democráticos y las grandes empresas tecnológicas, sin duda alguna, estarán sobre ella.

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Esto presupone el inevitable riesgo de ampliar las diferencias que en todos los ámbitos y niveles se experimentan cuando la tecnología no está al alcance de todos de forma global y equitativa.

Sin demeritar el trabajo de la ciencia en México, es un hecho que el país va atrás en estos temas no solo por la falta de recursos, sino porque no existe una cultura científica popular y, por tanto, se carece de una agenda clara que priorice las áreas de desarrollo para aprovechar y optimizar los recursos materiales y humanos que existen en las universidades e institutos.

México debe destinar a los especialistas suficientes para dar seguimiento a temas con este alcance, así como dotarlos de presupuesto que pueda aumentar o disminuir con base en los resultados. De no hacerlo, se condenará al país a mantenerse en el rezago de lo que es y será un nuevo lenguaje del conocimiento.

Garantizar el apoyo y los recursos a la ciencia y tecnología mexicana no es una apuesta, sino una inversión hacia una sólida economía del conocimiento que, tarde o temprano, rendirá frutos.

El desarrollo de un cerebro cuántico, a partir de un átomo, puede ser un hallazgo mayúsculo, y del cual México no puede quedarse como un simple espectador. Hay que pasar del asombro a un plan de acción.

Nota del editor: Javier Murillo Acuña es fundador y presidente de Metrics. Científico de datos, experto en tecnologías de la información aplicadas a la transformación de modelos de negocio digitales. Actualmente trabaja en el desarrollo de algoritmos de prospectiva y medición de valor de marca para empresas globales. Síguelo en LinkedIn y/o escríbele a javier@metrics.digital. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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