Este es un mercado que provoca ya cifras de inversión publicitaria superiores a los 10,000 millones de dólares (por lo menos el doble que en México) y representan niveles muy altos de penetración en grandes urbes como Los Ángeles, con 1.8 millones de hogares hispanos; Nueva York, con 1.4 millones; o Miami, con 827,000 hogares.
Con estos datos a la vista, cientos de empresas han enfilado sus baterías para servir, descifrar y adaptarse a este mercado. A partir del grado de “aculturación” de las generaciones hispanas, las marcas detonan estrategias para adecuar su producto, servicio o su comunicación. Sólo el 31% de este segmento usa el castellano al tomar decisiones de consumo, pero 100% cuenta con rasgos de identidad que determinan sus patrones de consumo.
Me apasiona este segmento por lo que representa: migración en búsqueda de una vida más justa, libre, educada y un futuro profesional predecible dentro la economía más grande del mundo; trabajo arduo y resiliencia frente a una sociedad y un entorno institucional muy diferente al que los hispanos tienen en sus propios países - especialmente la primera generación - y finalmente el orgullo, la capacidad de gritar “soy latino” y la forma en que promueve y defiende nuestras costumbres e identidad.
Es momento de reflexionar desde México cuál debería ser nuestra misión y propósito, en especial si asumimos que nuestro mercado potencial alcanza 190 millones de consumidores con un PIB combinado superior a 2.5 trillones de dólares. Toca cuestionar la forma en que diseñamos nuestra estrategia y dentro de ella soñar y ejecutar planes grandes con la ambición de conquistar el mercado de Estados Unidos.
¡Por favor! ¡Toca jugarla ya! Es el momento perfecto de aprovechar el crecimiento de la influencia hispana en Estados Unidos y de buscar nuevos aliados operativos, comerciales, de tecnología, de inversión. Toca dejar atrás las barreras mentales que limitan nuestras acciones o encuentran excusas en la realidad política y social de México.