La realidad económica
México es un país con instituciones económicas de primer mundo (como Banxico), pero con un sistema bancario de tercer mundo.
El valor de la captación bancaria sobre el PIB es parecido a la de un país poco desarrollado, y muy por debajo de los pares latinoamericanos como Chile o Brasil. Por ello, el crédito bancario también representa solo una fracción del PIB. Está comprobado empíricamente que una baja penetración del crédito se asocia con un bajo crecimiento económico y quizá, con una mala distribución del ingreso.
Es decir, bajo una visión monetarista de la economía, el potencial de crecimiento de México está restringido a lo que haga su sistema bancario.
El sistema bancario es el gran dispersor del dinero en cualquier economía de libre mercado a través del crédito. Hablando figurativamente, cuando le falta un brazo, una pierna o un corazón, otros agentes del sistema financiero deben suplir esta carencia. Lo más probable es que el Estado tenga que hacerlo, ya que a otros entes dentro del sistema financiero no les interesa hacer negocios de baja rentabilidad.
Por esta razón, las transferencias directas de los gobiernos se vuelven una opción para la población más vulnerable no bancarizada, independientemente del color del partido gobernante.
No se trata solamente del aspecto político de entregar dinero, económicamente, es el único canal de distribución en un país con un sistema bancario que busca rentas en segmentos de la población más atractivos.
Nuestro sistema económico tiene una paradoja, le falta dinero, pero la frontera de producción actual de la economía mexicana no permite soltarlo a manos llenas por el inminente peligro inflacionario.