El análisis me llevó a concluir que cada sector respondió en medida de sus posibilidades.
Ante la entrada de un agente patógeno (COVID-19), las industrias se vieron paralizadas, en un primer intento por contener la propagación de la enfermedad. Al fallar esta estrategia y reconocer la necesidad por retomar actividades, comienza la búsqueda de otras maneras para enfrentarse al virus. Algunas lo logran, muchas otras siguen buscando el cómo.
En el cuerpo humano, por ejemplo, el virus tiene un periodo de incubación en su huésped, mientras que el sistema inmunológico trabaja por comprender al patógeno, neutralizarlo y generar anticuerpos que refuercen las defensas, impidiendo que vuelva a generar estragos. Estos anticuerpos son la vacuna natural del ser humano.
Para la economía ocurre algo muy similar. Es necesario que las industrias generen anticuerpos para combatir al virus, e impedirle que siga generando daños. ¿Cuál es entonces la vacuna para nuestra economía? Una respuesta muy sencilla, una vacuna de innovación y tecnología.
Así como la ciencia es la punta de lanza para combatir a la pandemia en el ámbito de la salud, la tecnología debe apuntalar la defensa de la economía para la supervivencia de los negocios y la innovación como punta de lanzar para hacerlos crecer.
Este ejercicio de mirar al pasado nos sirve únicamente para aprender las lecciones que nos dejan crisis mundiales como ésta. Es en este sentido que podemos comenzar a explorar y plantear un concepto necesario: buscar el crecimiento económico de los diferentes sectores, incentivando la innovación y la tecnología. Esa ha sido la respuesta de las naciones desarrolladas, y si aspiramos a serlo, algún día debemos comenzar por andar ese camino.
Con miras al futuro
Tomaré como caso práctico la evolución de la última milla, un sector de la industria del transporte.
Con el inicio de las restricciones de movilidad, las actividades declaradas no esenciales debieron decretar un freno en sus labores, razón que obligó a retailers de todos los niveles a mantener cerradas sus tiendas físicas, lo que auguraba un colapso completo en las cadenas de suministro y en la disposición de productos para los usuarios.
No obstante, la digitalización de los catálogos por parte de las tiendas y la migración del consumo de los usuarios hacia esas plataformas, propiciaron un crecimiento del 81% (AMVO) para el comercio electrónico en nuestro país, lo que representa cifras sin precedentes.