Desafortunadamente este proceso no será a corto plazo, tardará tal vez algunos años o décadas y aunque no existe certeza sobre la fecha, lo que es innegable es que ese futuro naturalmente llegará para las personas con discapacidad; pero no vendrá de la banca tradicional, sino de las fintech, cuya tecnología ya abandera un importante cambio de paradigmas sobre el uso, alcance y beneficios de los servicios financieros digitales.
Las fintech están en un momento crucial en el que deben pensar hasta dónde quieren derribar las brechas de la inclusión financiera y cómo es que su tecnología puede contribuir a eso. Si bien las personas con discapacidad representan una nueva gama de desafíos, la tecnología con enfoque inclusivo puede traer grandes aportaciones. Pensemos en una plataforma que puedan usar con facilidad las personas con ceguera o debilidad visual. Eso es el futuro de los servicios financieros.
Por otro lado, los productos en función de poblaciones vulnerables se pueden replicar para las personas que no están dentro de este sector y así permitirán cerrar poco a poco ese hueco que tradicional y legislativamente nadie está volteando a ver.
Entre los nuevos beneficiados estarían los adultos mayores, quienes representan un sector muy valioso dado el capital que poseen; sin embargo, una de sus desventajas es su falta de interacción con productos digitales. Por su edad, tienen altas tasas de retorno hacia cualquier producto financiero y buenos índices de pago de cualquier producto. Sin duda pueden ser una apuesta interesante para el ecosistema.
Incorporación en Latinoamérica
Cerca de la mitad de la población mexicana no tiene acceso a productos financieros y quienes sí cuentan con ellos se limitan a la tenencia de uno, que en su mayoría se trata de cuentas bancarias o de ahorro para el retiro.
Las instituciones financieras tradicionales en Latinoamérica han estado tan enfocadas en exprimir el segmento premium de mercado, que nunca han explorado cómo llevar la inclusión financiera a todo México o a toda la región, y esto se refleja en otras problemáticas como la perpetuación de la baja educación financiera, poca variedad de productos y servicios, y un uso poco adecuado de ellos.