Ahora, dos décadas más tarde, Matrix regresa con su cuarta entrega titulada “ Matrix Resurrecciones ”, y nos vuelve a sumergir en un universo de ciencia ficción pero, al mismo tiempo, nos expone un mundo muy semejante a nuestra actualidad, tanto así que me animo a referirme a ella como una sátira del mundo en el que vivimos. ¿Por qué digo esto? Ahora te lo cuento.
“Matrix Resurrecciones”, cinta dirigida por Lana Wachowski, introduce a Thomas Anderson (Neo) como un desarrollador de videojuegos. El personaje de Neo es el fundador de Matrix, un videojuego que se crea en un ambiente similar al Metaverso , concepto que irrumpió en la conversación tecnológica durante el 2021 y que generó muchas preguntas, algunas de ellas, incluso, se relacionaron con la ciencia ficción y la posibilidad de que las personas confundan la realidad con lo virtual.
Por otra parte, esta trama nos muestra cómo la Inteligencia Artificial (IA) de la Matrix construye un nuevo mundo en donde Neo no recuerda su pasado y en el que su existencia se vuelve una parte vital del equilibrio dentro de la misma. En este punto, vale la pena hacer un paréntesis para destacar que, por primera vez, la IA presenta un conflicto interno y termina dividiéndose en dos bandos: uno en donde experimentan con los humanos como baterías desechables, y otro en el que las máquinas trabajan con humanos para crear un mundo mejor.
Inevitablemente, la perspectiva planteada por esta cinta me lleva a detenerme y pensar en la posibilidad de un futuro no muy lejano, en donde las máquinas terminen haciendo la mayor parte del trabajo humano. Al visualizar este pensamiento disruptivo, no puedo dejar de preguntarme: ¿Cómo seremos útiles? ¿Qué relación tendremos con ellas y cómo seremos de valor para el ecosistema de la Inteligencia Artificial?
Si bien hay diferentes hipótesis al respecto, puedo decir que el peor escenario que nos podemos plantear, tal vez el más apocalíptico, es que los seres humanos no tengamos utilidad y que la IA nos termine viendo como una amenaza.
Pero si nos planteamos el mejor escenario, o al menos uno más positivo, podemos pensar en que nosotros seamos los encargados de agregar valor en el desarrollo y en la evolución de la IA, y que seamos parte fundamental de su crecimiento. En otras palabras, que lleguemos a establecer una colaboración equilibrada con esta tecnología emergente.
En cuanto a cómo seremos de valor para el ecosistema de la Inteligencia Artificial, creo firmemente que el gran valor del ser humano son sus emociones, así como toda la información que es capaz de generar, la cual termina convirtiéndose en millones de bits de datos que se vuelcan en un proceso de autorreflexión e identificación de las debilidades y fortalezas.
Dicho esto, el siguiente interrogante que me surge al ver la película y que me resulta interesante abordar es ¿qué tan distante está el futuro planteado en Matrix?
Para responder a esta cuestión recurro al pronóstico que tienen algunos expertos, quienes sostienen que la Inteligencia Artificial General (un término utilizado para robots o sistemas inteligentes e independientes) puede llegar en los próximos 30 años. De hecho, según AGI , para el año 2050 ya tendremos bots autónomos con la capacidad de pensar, sentir y aprender. Pero, ¿estaremos listos para esa transformación?