Aunque la pandemia ha exacerbado las desigualdades y profundizado la brecha de rendimiento de los estudiantes, aún es imposible saber calcular los efectos que implicó el retraso en la educación conforme a los estándares previos a la pandemia en lo que respecta el éxito a largo plazo de los estudiantes y los índices de obtención de empleos con salarios bien pagados.
En tan solo el primer año de la contingencia sanitaria, la UNESCO reportó que más de 800 millones de alumnos habían sido afectados y que, a la fecha, 47% de la población estudiantil del mundo, sigue siendo afectada. El impacto es aún más grave entre países y las personas con menor nivel socioeconómico, lo que a su vez profundiza aún más la brecha de desigualdad.
De acuerdo con un informe de McKinsey, a menos que se tomen medidas para alcanzar los niveles de aprendizaje incompletos por cada grado académico, los estudiantes de hoy pueden ganar entre “49,000 y 61,000 dólares menos durante su vida derivado del impacto de la pandemia en su educación”.
En este sentido, en un país como México, es necesario seguir algunos de los lineamientos planteados en el informe de la UNESCO y las tendencias en el aprendizaje que se han acelerado en los últimos meses, y adoptar una forma de aprendizaje que inculque a los estudiantes un conjunto de mentalidades y competencias necesarias para no sólo estar al corriente en las materias, sino estar preparados para un mercado laboral con enfoque hacia el desarrollo sostenible. Y en el centro de esta renovación de la educación están los docentes, cuyo papel es irremplazable para un proceso de aprendizaje.
Son ellos a quienes hay que proporcionar el apoyo profesional y las herramientas necesarias para colaborar e innovar y poder influir en los futuros de la educación. El papel que juega la tecnología en este proceso debe revisarse, para asegurar que los dispositivos, aplicaciones, servicios y soluciones digitales estén en función al entorno de una diversidad de realidades para que realmente estén al servicio de todos en igualdad de condiciones.
Uno de los puntos de partida para llevar a cabo esta “renovación” de la que habla UNESCO es sin duda un proceso de evaluación exhaustivo a favor de los educadores, para identificar qué habilidades y capacidades han retenido los estudiantes en estos casi dos años de pandemia, bajo un esquema virtual y/o híbrido. Lo que nos toca es creer en los resultados de dichas evaluaciones para reconocer que algunos estudiantes aún no están listos para abordar una nueva materia que corresponde a su edad o grado académico.
Este momento actual requiere ponernos al día con los estudiantes que podrían tener un retraso de dos años académicos. Y para ello, el potencial de las nuevas tecnologías para la educación son una herramienta que podría impulsar este proceso de renovación y reajuste. Mediante Inteligencia Artificial y soluciones de blockchain es posible detectar los retrasos y focalizar esfuerzos, para así enseñar lo que realmente se necesita y cuál es la mejor manera de transmitir no solo el conocimiento, sino las capacidades y habilidades necesarias.