Publicidad

Síguenos en nuestras redes sociales:

Publicidad

Europa ante la crisis migratoria ucraniana

Es muy pronto para afirmar que la UE permitirá la libre circulación de los refugiados ucranianos, consideran Claudio Coloma y Touraj Jafarieh.
mié 16 marzo 2022 05:01 AM

(Expansión) - La intervención militar rusa en Ucrania ha generado un efecto secundario poco deseado para la Unión Europea (UE): el aumento de la inmigración forzada. Este es uno de los temas que da sentido a los esfuerzos diplomáticos del Canciller Scholz y el presidente Macron para allanar el camino del diálogo entre los presidentes Putin y Zelesnki, durante todo el mes de enero.

Desde el 2015, el tema de los refugiados ha sido una cuestión política compleja, que sirve muchas veces como un chivo expiatorio para encubrir otros problemas más profundos como el modelo económico y político europeo.

Publicidad

Los refugiados, así como los inmigrantes europeos del este, los cuales buscan mejores oportunidades en la parte occidental, exacerban las identidades nacionales, desestabilizando con ello el sentido mismo de la UE. Recordemos que el brexit reflejó el rechazo británico a la inmigración de la Europa Oriental pobre. En definitiva, estos son temas incómodos que revelan la existencia de ciudadanos de primera y segunda categoría.

En los últimos años, la UE ha hecho lo posible por contener la inmigración forzada. El acuerdo con Turquía (2016) y el fin de la operación Mare Nostrum son ejemplos de una política que estableció una barrera geográfica para evitar la llegada de refugiados de Oriente Medio y el norte de África. Según el Alto Comisionado de la ONU para los refugiados (ACNUR), más de 23,000 personas han muerto ahogadas y han desaparecido desde el 2014 por efectos de esta política.

Para quienes logran sobrevivir, están los campos de refugiados del sur europeo (Grecia, Italia y España), donde los derechos fundamentales como acceso a higiene, comida y alojamiento son violados diariamente. Esta es la segunda barrera que evita el flujo migratorio hacia el norte y oeste de Europa.

Afortunadamente, esta vez Europa parece dispuesta a recibir con los brazos abiertos a los inmigrantes ucranianos. Según el ACNUR, desde que comenzó el conflicto militar, el 24 de febrero, más de 2 millones de ucranianos han huido de su país. Esto significa un promedio diario de poco más de 160 mil personas; esta cifra no tiene comparación con los cerca de 100 mil personas que inmigraron forzadamente durante todo el 2021 desde África y Oriente Medio.

En este contexto, Polonia juega un rol clave, pues ha sido el principal receptor con más de 1.4 millones personas. Hungría, Eslovaquia, Rusia, Rumania, Moldavia y Bielorrusia, en este orden, son el resto de los países (todos vecinos de Ucrania) que están recibiendo a los refugiados de la guerra. A esto hay que sumar a más de 250 mil personas que están buscando llegar a Europa occidental.

Hace una semana, la BBC reportaba que más de 500 ucranianos están ya en la ciudad francesa de Calais, imposibilitados de cruzar el Canal de la Mancha porque no le son otorgadas las visas. Este número ha ido aumentando con el paso de los días.

Cabe señalar que la respuesta inicial europea a la guerra en Siria fue igualmente empática. Sin embargo, las semejanzas terminan ahí, pues al poco andar los refugiados sirios dejaron de ser vistos como personas que huían de un conflicto brutal y pasaron a ser significadas como una amenaza radical. Recordemos también que hace pocos meses, Polonia fue el escenario de los pushbacks ilegales de los refugiados afganos hacia Bielorrusia. Ahí vimos cómo ambos lados usaron la vida humana afgana como “un arma”, en el contexto de la disputa entre la OTAN y Rusia, la cual terminó en el conflicto militar actual.

Así, la situación de los refugiados ucranianos nos plantea una pregunta fundamental: ¿estamos ante un cambio en la política migratoria europea? La respuesta hasta el momento es no. El manejo actual de los refugiados ucranianos parece ser más bien una excepción que confirma la regla. La UE está negociando otorgar tres años de residencia y derecho a trabajar a los refugiados ucranianos en los 27 países miembros. Polonia ha declarado que los refugiados no requieren tener documentos de identidad más allá del pasaporte.

Aun cuando todo esto es cierto, hay que tomar en cuenta que Polonia, el principal receptor, lleva varios años de una política nacionalista y anti - migratoria que lo ha privado de tener una institucionalidad preparada para afrontar la ola migratoria ucraniana. Cualquier ineficacia polaca generará presiones en países como Alemania y Francia, los cuales son los destinos más buscados por la migración forzada.

Publicidad

De esta forma, las medidas que se están tomando para afrontar la crisis en Ucrania representan, a la larga, un dilema para la política migratoria europea que se viene llevando a cabo desde el 2015. Habrá que darle algún sentido al discurso amable que se está articulando hacia los refugiados ucranianos con una política que practica el lenguaje de los campos de refugiados, los alambres de espino, las detenciones masivas, los pushbacks de la Guardia Europea de Costas y Fronteras (Frontex), la violación de los derechos humanos, y la discriminación étnica.

No hay que perder de vista que estas son las primeras semanas del flujo migratorio ucraniano generado por un conflicto militar que se está alargando más de lo que inicialmente preveíamos. De ahí que sea muy pronto para afirmar que la UE permitirá la libre circulación de los refugiados ucranianos.

Más bien, la experiencia nos insta a pensar que lo más probable es que Polonia y otros vecinos se terminen convirtiendo en los nuevos muros de contención para cortar el flujo ucraniano a la Europa occidental.

Así las cosas, el destino de estas personas depende principalmente de la capacidad de diálogo de los gobiernos de Rusia y Ucrania en las, hasta ahora, fracasadas rondas de negociación.

Nota del editor: Claudio Coloma, profesor de relaciones internacionales del Tec de Monterrey, México. Touraj Jafarieh es filólogo y periodista iraní, trabajó en un campo de refugiados en Atenas para el Consejo Danés de Refugiados, Grecia. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a los autores.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

Publicidad

Newsletter

Únete a nuestra comunidad. Te mandaremos una selección de nuestras historias.

Publicidad

Publicidad