Podemos optar por ver a los fundadores simplemente como un medio para un fin (generando ganancias) o podemos verlos como las personas completas que son y pensar en la importancia de su salud mental para el beneficio principalmente de ellos, pero también de toda su empresa. El emprendedor es el líder de su equipo y su estado de ánimo, su energía, tiene un impacto directo en el equipo que construye día a día el negocio.
El psiquiatra Michael A. Freeman, de la universidad de California en Berkeley, publicó un estudio en 2015 que encontró que el 72% de los emprendedores en Estados Unidos tenía algún tipo de problema de salud mental y tiene el doble de probabilidades que la población general de sufrir depresión; tres veces más probabilidades de luchar contra el abuso de sustancias, 10 veces más probabilidades de tener trastorno bipolar al igual que 2 veces mayor probabilidad de tener pensamientos suicidas; estos números fueron pre pandemia.
Hoy sin duda hay más factores que afectan la estabilidad emocional, por lo que los resultados podrían ser mayores.
Detrás de las historias de éxito donde hay valuaciones de billones de dólares, muchos fundadores luchan todos los días y enfrentan la presión de tener que convertirse en un unicornio. El conflicto viene de tener que operar en un mundo en donde se percibe que hay que ser más grandes más rápido, en lugar de ser rentables para buscar una valuación alta.
Sin embargo, no entendemos que antes de que los iconos de la nueva era digital que están en portadas de revista como Elon Musk, Steve Jobs o Bill Gates triunfaran, atravesaron ataques de ansiedad y desesperanza, momentos en los que parecía que todo se derrumbaría.
Se habla poco de esto, no es bien visto que un founder acepte su abuso de sustancias o siquiera que se siente deprimido, esto lleva a que haya poco diagnóstico y tratamiento. Hablar de salud mental entre los fundadores sigue siendo un tabú.
Abordar la epidemia de salud mental es imperativo, y para los VC debería ser una parte fundamental de revisar al hacer negocios. Existen ejemplos cautelares, como el de Theranos y su fundadora Elizabeth Holmes, donde algunos de los inversionistas más importantes se dejaron llevar por la fiebre del oro con una empresaria que prometió mucho más de lo que podía crear, como lo muestra el documental de HBO “The Inventor: Out for bood in Silicon Valley”.
Una de mis reflexiones después de verlo es que la salud mental de los founders no entra en el due diligence que hacemos los inversonistas cuando revisamos una potencial inversión. Una joven de 19 años que prometía ser la próxima Steve Jobs, que había dejado Stanford para crear su sueño de lograr salud para todos estudiando solo algunas gotas de sangre terminó siendo un fraude mayor.
Nadie nunca le preguntó a Holmes si se sentía sola, si necesitaba ayuda o si a sus 20 años era capaz de lidiar con más de 800 empleados. La presión la hizo mentir y mentirse a sí misma a tal grado que todo acabó en desastre.