En lo personal, desde hace varios años tengo un principio que me ha ayudado en diferentes circunstancias de mi vida para explicar mi realidad en función de las personas que me rodean: “lo que la gente piensa de mí habla más de ellos que de mí”.
Hace unas semanas publiqué una columna en la que planteaba la existencia de la cuarta pared de los medios digitales. Concepto que tomé del teatro y lo adapté, en el teatro la cuarta pared señala ese muro invisible que el director crea entre el actor y el propio espectador. De un lado están los actores que se imaginan que no existen los espectadores y del otro lado están los espectadores, que presencian la historia como si no fueran vistos por los actores.
En mi adaptación de este concepto, la cuarta pared, principalmente en las redes sociales, se refiere a esa doble perspectiva que tenemos los usuarios, en la que, cuando vemos lo que otros publican y nos aparece en nuestro muro, somos espectadores; y cuando publicamos, somos actores. Como usuarios, nos creamos esa ilusión de que nadie nos ve cuando publicamos y pensamos que nadie sabe que vemos lo que publican.
Si a esto le sumamos la forma en la que percibimos, en la que como dijo ese Tiktoker, “vemos el mundo como somos”, resulta que nos creamos una versión propia de cada uno de los usuarios que leemos, en función de las pistas que nos dan con el contenido que publican. De eso precisamente es de lo que se valen las nuevas celebridades social digitales para crear y sostener su fama.
Es la diferencia entre información y propaganda, por un lado, y el personaje divulgador e influenciador, por el otro. En el espectro de los datos procesados que consumimos como usuarios se encuentra la intención del mensaje, entre más dramatismo se le impone al contenido se parece más a la propaganda. En el espectro del personaje, el liderazgo de opinión y el objetivo del usuario juegan un papel importante; si la misión solamente es ganar adeptos a la causa, mayor será el nivel de manipulación.
En el ámbito que más impacto está teniendo esto es en la política y el gobierno. Los políticos y gobernantes del planeta ya se dieron cuenta de que, para ganar elecciones y mantener su aprobación, tienen que, en primer lugar, elegir un ideal con el que puedan desplegar una campaña de propaganda; en segundo lugar, construir una base importante de adeptos, antes de ser elegidos; y en tercer lugar mantener su discurso, como si siguieran en campaña, aunque ya sean gobierno.
Están usando el concepto de “campaña permanente”, para que su base de seguidores se mantenga leal y se degrade lo menos posible. Por eso en todas partes del mundo tenemos la percepción de que los políticos y los gobernantes tienen el mismo discurso.
Hagan un ejercicio, vayan a la cuenta de Twitter de los políticos y/o gobernantes de su preferencia y analicen algunos de sus mensajes, verán que están llenos de lugares comunes y son mera propaganda. Contestan lo que les conviene y guardan silencio cuando no les conviene. Esto no quiere decir que este comportamiento sea nuevo, solo que, con las redes sociales, cada vez se ha acentuado más.