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Orgullo LGBTQ+

Seguimos viendo cómo el lenguaje de odio se usa de manera habitual; la discriminación sigue siendo común en la casa, en calle, en trabajos y por supuesto, en la vida diaria, apunta Jimena Cándano.
mar 12 julio 2022 05:06 AM

(Expansión) - Junio es mundialmente reconocido por ser el mes del orgullo LGBTQ+. Como todas las fechas que conmemoran, deben servir para valorar los avances, pero también visibilizar todo lo que hace falta por trabajar. Aún queda un largo camino para lograr la integración y el respeto a los derechos de todas aquellas personas que no se identifican como heterosexuales.

Esta conmemoración tiene su origen en Estados Unidos, en la Ciudad de Nueva York, donde el 28 de junio de 1969 la policía entró a un bar gay llamado Stonewall Inn y sacó a los clientes a la calle. Tanto éstos como la gente que estaba en la calle comenzaron a inconformarse y ello dio motivo a que la comunidad gay de la ciudad, harta de los acosos y abusos por parte de la policía, iniciara una serie de protestas que duraron varios días.

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A partir de estos sucesos se empezaron a llevar a cabo marchas, manifestaciones y la búsqueda de apoyo político por parte de la comunidad gay en diversas ciudades. Un año más tarde se llevaron a cabo las primeras marchas gay.

Han pasado más de 50 años y aunque la comunidad LGBTQ+ ha logrado mayor reconocimiento y respeto a sus derechos, la verdad es que todavía falta mucho para lograr que la sociedad sea verdaderamente integrante y respetuosa de quienes integran dicha comunidad. Incluso al interior de la misma, al ser tan diversa, sigue habiendo algunas expresiones de discriminación entre sus grupos.

Sin duda no es lo mismo ser un hombre gay o una mujer lesbiana que una mujer trans. Los estigmas siguen permeando y dañando a las personas a pesar de los años; el miedo y el rechazo siguen siendo la constante dentro de la comunidad y no se diga al exterior de ella y sobre todo en los sectores más conservadores de la población, donde se ve a quienes no son heterosexuales como personas con una ideología “desviada”, sin escrúpulos, con la que pueden “contaminar” a otros.

Apenas en 2010 la Ciudad de México fue el primer estado en el país en legislar el matrimonio entre personas del mismo sexo; 12 años después son ya 25 estados en los que se ha logrado; pero aún faltan 9 entidades por legislarlo. Ello a pesar de que desde junio de 2015 la Suprema Corte de Justicia emitió la jurisprudencia 43/2015, en la que determinó que el matrimonio igualitario es constitucional, por lo que todos los amparos que se interpongan en esta materia deberán tener una resolución favorable.

Aunque en México ya se reconoce y se ha legislado sobre la identidad de género, únicamente se esbozó un reconocimiento, pero aún falta mucho por legislar, sobre todo para los efectos jurídicos en el caso del cambio de género. La Ciudad de México, que es la más avanzada en este ámbito, tiene mecanismos para realizar el cambio en todos los documentos necesarios. Sin embargo, aunque el camino está claro sigue siendo muy complejo y tortuoso para las personas que lo quieren llevar a cabo. En otros estados ni siquiera se aborda el tema.

Seguimos viendo cómo el lenguaje de odio se usa de manera habitual; la discriminación sigue siendo común en la casa, en calle, en trabajos y por supuesto, en la vida diaria. La ignorancia dentro de la comunidad heterosexual es enorme y la desinformación también lo es; en muchos casos, únicamente por falta de información, en otros por falta de interés y en los peores casos (que desgraciadamente no son pocos), por miedo que genera odio.

Y un buen ejemplo es la gran controversia que ha surgido a partir de la película Lightyear, por una escena de menos de dos segundos que ha causado un revuelo impresionante. Nos ha dejado ver una vez más, cómo el miedo saca lo peor de las personas. Se trata de un simple beso (ni siquiera uno apasionado o romántico), sino uno de cariño y cercanía entre dos mujeres que conforman una pareja familiar.

El problema no es el beso, sino el reconocimiento de que existen este tipo de familias no patriarcales, en la sociedad. Y, ante ello, las mamás y papás se escandalizan, por miedo a que sus hijas e hijos puedan hacer preguntas “incomodas” o, peor aún, y de forma sumamente ignorante, piensen que ese tipo de imágenes puedan impulsarlos a “tomar la decisión” de no ser heterosexuales.

A partir de aquí surgen una serie de comentarios y críticas que verdaderamente inquietan al constatar que en pleno siglo XXI la gente siga pensando de forma tan parecida a la época de la inquisición. Y no solo en nuestro país, han sido ya un numeroso contingente de países, donde la película ha sido prohibida y, muchos cines de otros, donde la escena se ha cortado.

Y no quiero tampoco ser muy dura juzgando a estas personas, porque sé que la ignorancia genera miedo y el miedo en muchos casos genera odio. Pero lo que sí creo es que es momento de que todos nos informemos para evitar estas conductas y mensajes de odio.

Desde que era pequeña me llamaba la atención que fuera “normal” que un príncipe besara a una mujer dormida a la cual ni conocía; es más, me sonaba un poco más lógico en mi fantasía que Bella se enamorara de una bestia, a la que había conocido y de quien sabía su buen corazón. Al final del día siempre pensé que a mis hijas e hijos no les pondría películas de Disney por el mensaje que mandaban reforzando el machismo, el amor idealizado y una serie de conductas que creo que no suman a nuestra educación.

Sin embargo, de acuerdo a todos estos sectores que “se rasgaron las vestiduras” por esa escena de una película, pareciera que consideran más apropiado enseñarles a nuestras infancias dichos mensajes que lo que está sucediendo en la realidad. Es como negar que existieran niñas y niños, homosexuales, no binarios, trans o de algún otro colectivo. ¿Esas infancias no merecen verse reflejadas en las películas?

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¿No merecen las hijas e hijos de familias homoparentales ver que su realidad es reconocida? ¿No merecemos acaso como sociedad, niñas y niños más respetuosos de las diferencias de lo que somos nosotros?

Yo crecí viendo películas donde el papel de las mujeres era esperar a ser rescatadas por un hombre blanco; mis sobrinas con películas de mujeres fuertes y con diferencias interculturales y raciales y deseo que mis hijos crezcan con películas donde la diversidad sexual no sea un tema; donde los seres humanos sean respetados por ser seres humanos; donde el amor sea amor en cualquiera de sus representaciones.

Estoy segura que esto únicamente hará que mis hijos sean más incluyentes, respetuosos y mejores personas. Su orientación sexual sin duda no tendrá nada que ver con lo que vean en las películas, como yo no crecí para ser una mujer callada y sumisa a la espera de un hombre blanco que me diera valor.

Aprender de amor, respeto y diversidad jamás lastimará a nadie; y si puede salvarles la vida a niñas, niños y niñes que se encuentran en proceso de reconocer su individualidad, a sentirse seguros e integrados. Sin duda ayudará a evitar que sean objeto del bullying que tanto daño nos ha hecho como sociedad. El amor siempre será deseable y siempre será amor en cualquier forma y modalidad. Veámonos unos a otros desde el amor y no desde el miedo.

Nota del editor: Jimena Cándano estudió la licenciatura de Derecho en la Universidad Iberoamericana. Obtuvo el grado de Maestría en Administración Pública con enfoque en Desarrollo Comunitario y Transformación Social en la Universidad de Nueva York. Actualmente es la Directora Ejecutiva de la Fundación Reintegra. Síguela en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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