La primera es que tu liderazgo podría ser autocrático y controlador, pero sólo significa una cosa: tienes miedo y no confías en tu equipo y, por lo mismo, tampoco confías en tu capacidad de enseñar adecuadamente las habilidades, herramientas y procesos que sus equipos necesitan para poder trabajar de forma ‘autogestiva’. La otra es que no sabes cómo comenzar a delegar.
De frente a mis equipos busco pensarme como “la persona más imbécil de la sala”. Esto me permite escuchar a los demás, en lugar de hablar. Con ello, puedo cachar ideas y guiar a mi equipo para que encuentre soluciones novedosas y efectivas, todo con una simple pregunta: “¿cómo lo resolverías tú?”. Esta pregunta es capaz de detonar una catarsis de productividad inimaginable y mostrarles que son capaces de resolverlo por ellos mismos. Delegar empieza por la confianza. Como me enseñó mi amigo Raúl Bravo, Alfonso Reyes decía que “todo lo sabemos entre todos”.
El que hace mucho se equivoca mucho
La pulsión por controlarlo todo suele venir de un deseo muy importante y una preocupación muy genuina: buscamos minimizar los errores, ya que comúnmente cuestan dinero. Pero cuando un miembro de tu equipo tiene muchas responsabilidades a su cargo, su propensión al error incrementa considerablemente. El que hace mucho, se equivoca mucho. Lo mejor en estos casos es registrar el aprendizaje y asegurarnos de que el próximo error sea por un tema distinto.
Hace algunos años, cuando apenas era un becario, algo que parecía un error mío resultó en que un cliente no renovó su contrato con la empresa donde trabajaba. De inmediato fui con mi líder de área y le expuse el suceso esperando que me despidiera y su respuesta fue: “¿por qué te despediría si tu capacitación le acaba de costar a la empresa el monto anual de ese contrato?”.
Esto significa que tu equipo necesariamente cometerá errores, pero fortalecerá sus procesos de aprendizaje. Se aprende más de los errores y no se aprende en cabeza ajena.
La talacha no nos hará libres
Pensemos en una persona que dedica un sábado cualquiera al quehacer de su casa. Desde temprano se despierta a lavar ropa. Si lo hace a mano, le tardará quizá 3, 4 o 5 horas hacerlo. Además, tendrá que esperar a que todo se seque para posteriormente ponerse a planchar. Sin duda hay trabajo de por medio, muchísimo. ¿Pero qué tan productivo es cuando lo comparamos con hacerlo con una lavadora y secadora?
Algo similar le sucede a un líder que no delega. Por supuesto que está trabajando, y en cantidades industriales, pero ¿con qué niveles de eficiencia? ¿Y a costa de qué? No se trata de trabajar más, la productividad tiene necesariamente que ver con el valor de las actividades, no con la cantidad de horas invertidas.