Ninguna opción es más legítima que otra. El éxito radica en analizar lo que está detrás de alcanzar la meta. La visión, el liderazgo, la flexibilidad o a veces hasta la resiliencia de soportar que, en diversas ocasiones, no tienes ni para pagar la nómina o la renta del local. Estos son los factores que te moldean para que desarrolles al máximo tu potencial, dejes un legado y consigas tus objetivos.
Siempre te dicen que para triunfar es imprescindible hacer negocios utilizando los cincos sentidos: vista, oído, olfato, tacto y gusto. Todos los emprendedores aprenden a agudizarlos sobre la marcha. Y entonces, pueden ver ‘oro’ en donde los demás ven cobre, pueden oler las flores en el desierto o tocar el éxito aun cuando esté en un horizonte lejano.
Estos cincos sentidos que tenemos todos se súper desarrollan cuando se trata de emprender y pueden llevar los proyectos a un lugar muy favorable, pero no se trata de crear ideas buenas, sino brillantes y para esto hace falta algo más de que cinco sentidos, se necesitan nueve.
Y no me refiero a los sentidos de tipo ‘interoceptores’, esos como la sinestesia o la propiocepción, sino a otro tipo de sensaciones interiores que todo emprendedor que quiera ser brillante debe llevar consigo.
5+4=9
El primero de ellos, y el más fundamental, es el sentido común. Hay que trabajar más con esta lógica que nos permite discernir entre lo bueno y lo malo, distinguir lo valioso que es para nuestra sociedad un emprendedor íntegro, honesto y con principios inquebrantables.
Posteriormente, está el sentido de la oportunidad. No se trata sólo de buscar una opción para hacer que el proyecto crezca o aprovechar un tiempo preciso para expandirnos, en ocasiones debemos generar las oportunidades si es preciso.
Debemos tomar más riesgos calculados, sobre todo cuando el propósito sea noble y nuestro objetivo de emprendimiento sea impactar positivamente en la sociedad.
Hay un sentido que desarrollamos muy poco y es el humor. En este camino del emprendimiento enfrentamos un número considerable de momentos adversos, pero, independientemente del resultado, siempre hay que interpretar el hecho con un buen sentido. ¡Qué aburrida sería la vida si no pudiéramos reír! A veces hay que reírse hasta de uno mismo para ver las cosas desde otro ángulo.