El litio no es tan sofisticado como el oro pero hoy es un metal muy codiciado. Es un elemento para la transición energética, ya que es un componente clave para las baterías de los autos eléctricos, pero también para otros componentes electrónicos de gran complejidad.
Según el banco Goldman Sachs, en 2021 se produjeron 481,000 toneladas de carbonato y otras fuentes de litio, pero se estima que la oferta aumente a velocidad de vértigo gracias a su demanda. En tanto, la Agencia Internacional de Energía proyecta que para 2040 la demanda de litio podría aumentar más de 40 veces en comparación con 2020.
La disponibilidad global que se tiene del litio es relativamente amplia. Las estimaciones más conservadoras consideran que existen cerca de 85 millones de toneladas de litio en el mundo, aunque están muy concentradas en América del Sur y en Australia, pero son las empresas chinas las que dominan el mercado de la extracción de este mineral.
México quiere un pedazo de ese pastel . La semana pasada, el gobierno publicó el decreto con el que anuncia la creación de “LitioMx”, un organismo público descentralizado coordinado por la Secretaría de Energía, cuyo objetivo será la exploración, explotación, beneficio y aprovechamiento del litio, ubicado en territorio nacional, así como la administración y control de las cadenas de valor de dicho mineral.
Sin embargo, la política mexicana ha tenido una relación volátil con el litio. Por años no se consideró su explotación. Al cierre del siglo pasado se tenía como referencia la existencia de 69 yacimientos. En 2011, una empresa que buscaba oro en Sonora dio con lo que más tarde se considerara como el depósito más grande del mundo con 243 millones de toneladas, más de las que se estiman en todo el mundo actualmente.
En tiempos de la autollamada cuarta transformación, los episodios alrededor del litio han sido contradictorios y confusos. Un día, un secretario de Estado afirmó que había llegado la hora de que México desarrollara su propio proyecto del litio. Más tarde, el presidente lo rechazó por el costo que implicaría. Después se habló de la nacionalización y del retiro de las concesiones otorgadas a empresas. Luego, el llamado fue a invitarlas a participar en la industria en ciernes.
Ahora, el litio es considerado un mineral estratégico y, junto con la creación de “LitioMx”, hay más dudas que certezas. Con la colaboración de Aleida Azamar, autora del documento “El litio en México: verdades y mentiras” y coordinadora de la Maestría en Sociedades Sustentables de la Universidad Autónoma Metropolitana, en esta historia se citan cinco:
Primero, el litio se plantea como una respuesta a la necesidad de asegurar la soberanía energética del país pero éste es solo uno de los 15 elementos necesarios para la transición energética (entre los que también se encuentran el cobalto, el níquel y el cobre); además, este mineral sirve para almacenar energía, no para generarla.
Segundo, se cree que debajo de nosotros hay toneladas de litio pero tendrá que pasar mucho tiempo para que lo confirmemos. En 2014, se decía que el yacimiento de Sonora tendría 6.5 millones de toneladas de carbonato de litio (el componente de litio más usado en el mundo). En 2018, se habló de 8.8 millones y, después, los cálculos volaron.
A mediados de 2021, el Servicio Geológico Mexicano informó de la existencia del litio en por lo menos 82 depósitos y, para validarlo, dispone de un presupuesto de 60 millones de pesos; es decir, es como si se pretendiera perforar un pozo petrolero con una cuchara de cocina (como referencia, para estimar la cantidad de litio en el yacimiento de Sonora se requirieron de 4 millones de dólares en un periodo de cinco años).