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El tipo de cambio y el cambio de tipo

Dejemos que inversionistas y economistas lean su bola de cristal y pongan su dinero en donde estén sus convicciones, que así funciona esto de los mercados, señala Sergio Luna.
vie 04 noviembre 2022 12:01 AM
peso dolar
Es posible imaginarse un escenario en donde una disputa comercial con nuestros socios del T-MEC lleve a una depreciación cambiaria importante, quizá de una magnitud semejante a la que pronostica Moody´s Analytics, señala Sergio Luna.

(Expansión) - Está de regreso un clásico que nunca pasa de moda: anticipar devaluaciones del peso. Esto a raíz de un reporte de Moody´s Analytics, que predice un ajuste de 20% en la paridad peso-dólar. El tema es garantía de taquilla porque atiende a una aparente disonancia cognitiva: si las cosas en lo económico van tan mal, ¿cómo es que el peso es de las monedas con mejor desempeño durante el 2022? Hay varias aristas interesantes a tratar.

La menos relevante es si dicha predicción se cumple. Los economistas somos muy malos para pronosticar el nivel del tipo de cambio, particularmente en el corto plazo. Pero el costo de equivocarse es bajo: nadie recuerda un mal vaticinio, pero si le atinas, te consagras como “el que predijo la devaluación (o la crisis, o la recesión o cualquier otra hecatombe) del año X”.

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Lo paradójico es que, en esas circunstancias, a nadie le preocupa cómo llegaste a dicha conclusión. Es una lástima porque no es en el qué, sino en el cómo, en donde la opinión de un economista puede ser útil, ayudar a normar decisiones.

En el caso del reporte aludido, el cómo tiene que ver con el ciclo monetario de Estados Unidos. A una depreciación súbita en respuesta a un choque – la Crisis Financiera Global (CFG) – siguió un rebote en la medida que la Reserva Federal de aquel país baja tasas, pero que se revierte en el momento en el que el estimulo monetario se retira. Bajo esta lógica, estamos en un nuevo ciclo, donde las fases 1 y 2 ya ocurrieron (pandemia como choque inicial y descenso en tasa de fondos federales como respuesta). El reporte de marras argumenta así que estamos en la tercera fase, cuando el retiro del estimulo debería validar la depreciación original del 20%.

Lo que habría que debatir entonces son estas premisas. Creo por ejemplo que los ciclos monetarios aludidos han sido extraordinarios y las condiciones no necesariamente se replican. Después de la CFG, por ejemplo, los mercados emergentes eran “el sabor del mes” una gran proporción de la liquidez que inyecta la Fed efectivamente se dirigió a ellos. No estoy seguro de que sea el caso en la actualidad; otros activos – las criptomonedas por ejemplo – alcanzaron valuaciones de burbuja y son por ende los que sufren más ante el retiro de liquidez.

En el caso del peso mexicano en particular, creo que otro factor es más importante aún para explicar la depreciación del peso al final del ciclo anterior de Moody´s Analytics: la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos el 8 de noviembre de 2016. Entre esa fecha y el 11 de noviembre de 2016, el tipo de cambio fix pasó de 18.5 pesos por dólar a 21.0, una depreciación del 13.5%. Hay, eso sí, un par de lecciones valiosas de esa experiencia.

La primera es que, en la determinación del tipo de cambio, factores como el cambio de tipo pueden ser muy relevantes. Son eventos impredecibles que no pueden incorporarse en un modelo. Hacia adelante es posible imaginarse un escenario en donde una disputa comercial con nuestros socios del T-MEC lleve a una depreciación cambiaria importante, quizá de una magnitud semejante a la que pronostica Moody´s Analytics. Aun si el resultado es el que se predijo, no quiere decir que el modelo haya funcionado; puede generar incluso confusión. ¿Por qué culpar a la Fed de un pésimo juicio en materia comercial en este ejemplo?

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La segunda entonces es evitar errores no forzados – Inglaterra ofrece un ejemplo reciente. Pero cuando las circunstancias están fuera de nuestro alcance – como el cambio de tipo en 2016 – agradece la libre flotación. Defender un tipo de cambio fuerte en estas circunstancias sería un despropósito, pues una depreciación puede ayudar a amortiguar choques externos en la medida que sea una depreciación real. Esto es, que al movimiento cambiario no siga un aumento de la inflación. Y quien fue responsable de que así ocurriera entonces y lo sigue siendo es el Banco de México.

Bajo esta óptica, discutir que el presidente devaluó mas o menos (¡y en términos nominales!) suena a machismo monetario. El tipo de cambio no es mecanismo de control, es variable de ajuste que opera de forma efectiva mientras cada uno se concentre en lo suyo: el gobierno en promover crecimiento y el banco central en mantener la estabilidad de precios.

Con esas condiciones, dejemos que inversionistas y economistas lean su bola de cristal y pongan su dinero en donde estén sus convicciones, que así funciona esto de los mercados.

Nota del editor: Sergio Luna estudió Economía en la UNAM y la Universidad de Londres. Fue economista en el Banco Nacional de México durante 33 años y continúa en dicha profesión, ahora de manera independiente. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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