(Expansión) - En los albores de 2023, el optimismo recorre los mercados financieros, pese a que no se perciben cambios significativos en el escenario internacional que pudieran disminuir los riesgos derivados de los altos niveles de inflación y un menor crecimiento económico mundial, amén de las turbulencias provocadas por la guerra en Ucrania, la crisis energética y la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China, solo por mencionar los peligros más visibles.
Inquietante optimismo en los mercados financieros
En lo que va del año las principales Bolsas europeas han tenido resultados positivos, al igual que en Estados Unidos, en donde destaca el desempeño del índice NASDAQ con un rendimiento del 7% en el último mes, mientras que en Japón el índice Nikei avanzó un 5% en el mismo periodo. Los analistas afirman que los mercados se comportan en función de las expectativas y por ello se adelantan a los acontecimientos. En otras palabras, identifican las tendencias en su etapa incipiente y poco clara para la mayoría de los actores económicos. La pregunta que surge frente a esta afirmación es: ¿de cuál realidad económica estamos hablando?
Los mercados financieros no son un termómetro del desempeño de los países. Las brechas entre la economía real y la economía financiera se hacen cada vez más profundas y notorias. La economía productiva de las empresas que producen y comercializan bienes y servicios, generan empleos y pagan impuestos, se desarrolla en buena medida al margen de lo que sucede en los mercados bursátiles.
Es cierto que las Bolsas de valores sirven para que los negocios obtengan financiamiento entre el público inversionistas y que, gracias a los avances tecnológicos y a la integración de los mercados, ya es posible obtener capital a escala mundial. Bajo este criterio es razonable asegurar que el mercado bursátil tiene un papel estratégico en la expansión de las empresas, y por ende en el desempeño de la economía en general.
No obstante, en la mayoría de los países el mercado es reducido, comparando el número de compañías participantes contra el tamaño del sector productivo. En nuestro país, por ejemplo, la Bolsa Mexicana de Valores lleva décadas operando con menos de 200 empresas emisoras de valores.
Es pertinente recordar que el grueso de las inversiones bursátiles se mueve en el mercado secundario. El proceso ocurre así: la empresa coloca parte de su capital social en el mercado primario, ya sea para financiar proyectos de inversión o para llevar a cabo una reestructuración financiera. Una vez que las acciones son públicas, se compran y venden en el mercado secundario, cuyos rendimientos no terminan en la tesorería de la emisora, sino en la bolsa de los inversionistas, superando de manera exponencial el capital original producto de la venta de los títulos accionarios, es decir, con ganancias exclusivamente financieras.
El optimismo también está presente en el mercado cambiario en estos primeros meses del 2023. Algunas economías emergentes se han visto favorecidas por el debilitamiento del dólar y la creciente avidez de los inversionistas por sacar provecho de las altas tasas de interés que prevalecen en estos mercados.
En esta tendencia destaca el peso mexicano, que ha brillado como la divisa emergente de mejor desempeño en los últimos meses. El superpeso ha sido tema de múltiples notas y artículos de análisis financiero, que van de la sorpresa al júbilo, pasando por la preocupación de aquellos que consideran que la moneda nacional se encuentra en niveles peligrosos de sobrevaluación, afectando la competitividad de las exportaciones mexicanas.
La pregunta que está en el aire es, ¿cuáles son las razones que explican la fortaleza de la moneda mexicana? Considerando que en el actual régimen de libre flotación el tipo de cambio está determinando por la interacción de la oferta y la demanda, podemos señalar que las principales fuentes de divisas que sostienen al peso han sido las inversiones extranjeras, las exportaciones y las remesas que envían los mexicanos radicados en Estados Unidos.
Aunque poco se menciona, el tipo de cambio también está fuertemente determinando por las transacciones en los mercados financieros globales. El peso se ha convertido en la divisa emergente favorita en los mercados cambiarios por su alta liquidez, respaldo en indicadores macroeconómicos sólidos —sobre todo en lo referente a los niveles aceptables de deuda pública—, y por supuesto a los atractivos rendimientos que ha generado. Nuevamente estamos hablando de ganancias financieras que no están del todo articuladas al desempeño de la economía real.
Los flujos de capital internacionales pueden complementar las necesidades de financiamiento de los actores económicos y contribuir al crecimiento de los países, pero su volatilidad, y libre movilidad, los han empujado a la búsqueda frenética de ganancias sin importar los efectos negativos causados cuando alteran los fundamentos de la economía real en vez de contribuir a su desarrollo. Seamos pues prudentes frente al optimismo de los mercados.
Nota del editor: Celsa Guadalupe Sánchez Vélez es Directora del Colegio de Administración y Negocios del Sistema CETYS Universidad. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
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