Más allá de una descripción, lo asombroso ha sido reconocer que la creatividad es la llave hacia la felicidad y la Libertad (con “L” mayúscula).
¿Cómo lo sé?
Primero, debemos establecer qué significan realmente estos conceptos tan magnánimos. Si lo analizamos desde una óptica biofísica la respuesta es contundente: la felicidad es un estado mental que se alcanza frente a la Libertad de desarrollar plenamente nuestra arquitectura biológica. En otras palabras, es el sentimiento que obtenemos cuando podemos hacer aquello para lo que estamos diseñados.
En este punto se devela una pregunta aparentemente muy compleja, pero su simplicidad sorprende. ¿Para qué estamos hechos? Biológicamente estamos sistematizados para ayudar a la vida a resistir y prevalecer frente a un entorno caótico y destructivo. Los instintos, emociones, sentimientos, razón y creatividad son herramientas que nos ha otorgado la naturaleza para aumentar las posibilidades de prevalencia vital en todas sus manifestaciones.
Por supuesto, estas cuestiones poseen una profundidad inmensa y desconocida con respecto a todo aquello que no podemos entender por nuestras limitaciones cognitivas como especie. Pero aquello que sí se encuentra en nuestro rango de visión presenta respuestas evidentes. Propiamente dicho, la fenomenología de la mecánica observable de la existencia refleja información precisa que hemos podido interpretar con gran exactitud en este punto de la humanidad.
Justamente, con un análisis mecánico, encontramos que la vida es un sistema integrado compuesto por piezas que realizan funciones específicas. Cada especie en el planeta y cada uno de nosotros tiene un rol particular en la sublimidad de este vaivén.
Otro elemento crucial a tomar en cuenta es que los sentimientos positivos son recompensas que obtiene nuestra psique cuando cumplimos con los mandatos biológicos. Un ejemplo muy sencillo es cuando estamos deshidratados; nuestra mente nos premia con una experiencia sintiente positiva al tomar agua y restablecer el balance homeostático.
Lo mismo sucede cuando protegemos la vida, cuidamos el planeta, ayudamos a los necesitados, defendemos a los vulnerables y realizamos más acciones altruistas. Nuestro ser nos llena con satisfacciones porque para eso estamos hechos, para procurar un futuro fértil pleno de energía vital.
La confusión se da cuando los impulsos egoístas configurados para favorecer la supervivencia y reproducción del gen se contraponen con el fin biológico último por escudar la vida. Pero los instintos no son más que una herramienta para aportar armas de resistencia al todo. Por ejemplo, una escuadra de futbol entrena compitiendo uno contra uno para beneficiar la fortaleza del equipo entero; así se ganan los campeonatos: desde la potencia individual al servicio de lo colectivo.