Hay marcadas distancias que van, del claro neoliberalismo de Ebrard, hasta el foquismo de Noroña. Los discursos de López Hernández y de Monreal podrían ser insertados en cualquier campaña del PRI de los 70, en tanto que los mensajes de Velasco muestran una clara influencia de Anahí. A no dudarlo, el menos claro y contundente de los mensajes es el de la favorita, que a fuerza de repetir el modelo no ha cobrado personalidad propia. Usa constantemente el “imagínense”, ya solo le falta el “de que”.
Los apóstoles predilectos se han enfocado en premisas tan distintas que llegan a la contradicción, teniendo sólo en común el tratar de formar una sólida cantera de votos que les apoye. Hurgan entre las más hondas preocupaciones del electorado, pero, claramente, no existe hilo conductor que brinde congruencia a las propuestas propaladas.
Obligados asuntos a tratar, como lo son capacidad administrativa; seguridad; manejo de la economía, o de las relaciones internacionales, han hecho que la campaña de Noroña parezca más inconformidad surgida en una charla de café, que propuesta política. Pero el objetivo se conseguirá, un puñado de curules en favor del PT, incluyendo, al fin, una senaduría para la cara visible de ese partido.
Velasco claramente se debate entre el continuar en la arena política o ya de plano lanzarse de lleno a la farándula. Será el nuevo niño verde, ante el envejecimiento y desaparición del que ocupara ese lugar, quien, con su medio siglo, se ha entregado a disfrutar de las mieles que aporta el acceso a los recursos públicos. El membrete conservará su valiosa posición como opción gozne.
Transcurrió el sexenio, los representantes del Verde y del PT fueron, deliberada y consistentemente, apartados de la administración pública, al no reconocer en ellos dotes para ocupar puestos de decisión y ejecución de políticas públicas. Se les ha asignado un claro papel como recolectores marginales de votos. La continua alabanza es lo que se espera de ellos, dispensada generosamente entre sectores que no acaban de definirse como seguidores del partido oficial.
Las notas que definen a los precandidatos pintan a quienes les siguen. Por ello, al concluir el proceso selectivo se profundizarán diferencias entre ellos, dado que operará una partición, un cisma en el sector gubernamental. Habrá dos tipos de funcionarios, quienes se encuentran del lado ganador y quienes no lo están. Los primeros, muy posiblemente, practicarán el canibalismo burocrático, e irán por los puestos que consideran que ocupan inmerecidamente quienes no acertaron al decantarse.
La incontenible, y muy humana, proclividad de ver con desdén a quienes no repetirán en la próxima gestión, provocará desconfianza, la que se ahondará al aparecer expedientes y señalamientos en contra de quien se haga de la candidatura. Se pensará que esos, los no favorecidos, son quienes están filtrando información comprometedora. La tensión se hará presente cuando comiencen las renuncias, los despidos, así como las investigaciones administrativas en contra de quienes se piense han traicionado la causa.
No faltará quien diga haber visto la luz y comience a coquetear con los tan denostados adversarios, claro, al principio fuera de cámara, para hacerse presentes cuando la rebatinga electoral arrecie. La contienda electoral comenzó partiendo a la familia del presidente, pero ahora, ese efecto se extenderá a lo largo y ancho de la administración, el efecto será tan demoledor, como inevitable.
Tenemos un gabinete de marca de agua, integrado por ignotos titulares. Cuando esporádicamente son mencionados, se debe a alguna pifia, corruptela o peripecia. Los tres aspirantes que puntearon el proceso, en realidad, desfilaron en su calidad de cercanos al caudillo y no de administradores públicos. Sin embargo, en la Secretaría de Gobernación se está en espera de la definición, si no recae en el otro López la designación, la secretaria ya tiene preparados los relevos. El claro apoyo que ella ha manifestado en favor de Sheinbaum pondrá los puestos del ministerio del interior a su servicio. Abundarán entonces cuadros cesados que, del centro, arribarán a las campañas para elegir gobernador en Tabasco y Chiapas.