Demos un momento para analizar el contexto desde una perspectiva realmente amplia. La pugna genética que ha fomentado la libre competencia entre especies e individuos (selección natural) ha dotado al Homo sapiens con facultades sumamente potentes como la razón y creatividad. De manera poco inteligente, estos instrumentos los hemos utilizado principalmente para satisfacer instintos egoístas en lugar de proteger el objetivo primario biológico (para el cual los mismos instintos y todas nuestras habilidades han sido creadas) de ayudar a la vida a resistir y prevalecer. Dicha situación ha derivado en habilidades cognitivas avanzadas al servicio de conveniencias inmediatas individuales; a esto es a lo que me refiero con un “autoataque sin precedentes”.
En resumen, el hombre no ha logrado sobrepasar sus impulsos momentáneos para entender que la lucha es colectiva, incluyendo a todas las especies y el planeta.
Dentro del arsenal disponible, contamos con elementos de manipulación masiva sistematizados con base en los sesgos cognitivos humanos. En otras palabras, sabemos cómo movilizar masas y modelar sus sistemas de creencias con cada vez más eficiencia. En su momento, así lo demostró el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels, lo cual ha progresado en las prácticas de comunicación política contemporáneas que echan mano de medios de transmisión tradicionales y digitales. La fórmula fundamental, en realidad, es muy sencilla pero penetrante: 1) distorsionar a través de la mentira (posverdad) 2) polarizar, creando un sentido superficial del “bien” y el “mal” y 3) repetir el mensaje al máximo posible.
Lo anterior funciona muy bien porque la neuropsicología del Sapiens busca naturalmente respuestas rápidas (significando poca inversión de energía) que pueda validar colectivamente con situaciones frecuentes para integrarlas a su modelo familiar de la realidad, el cual buscará justificar a capa y espada. Esto ha sido un necesario para la supervivencia, pero en el contexto actual es muy peligroso.
Además, el nuevo integrante en el área conductual es la Inteligencia Artificial (IA). Si bien la IA no es capaz de experiencias sintientes como lo haría un ente biológico, sí está cargado con información y resonancia límbica que la guían sobre los mecanismos de respuesta automatizados (emociones) que seguimos los seres humanos. Esto significa que veremos mensajes cada vez más sentimentalmente impactantes diseñados para impulsar comportamientos.
En paralelo al campo de batalla neural, se han configurado procesos digitales, físicos y biofísicos, derivando en equipamiento de destrucción masiva. Entre ellos destacan las armas nucleares, autónomas, robóticas, cibernéticas y de manipulación genética.
La letalidad de la energía nuclear ya es bien conocida, pero también existen otros actores igualmente amenazantes; entre ellos se encuentran:
- Las Armas Autónomas Letales (LAWS) son sistemas que pueden seleccionar y atacar objetivos sin intervención humana. Combinados con robótica moderna, bien podríamos crear un ejército de seres antropomorfos y no antropomorfos (como drones) capaces de tomar el control de un país en días.
- Las ciberarmas pueden sabotear infraestructura crítica, como sistemas bancarios o militares, para crear caos social. Tan solo imagina lo que pasaría si de un día para otro se perdiera el registro de los fondos y propiedades en todo un continente.
- Las tecnologías de manipulación genética pueden crear pandemias mortíferas capaces de arrasar con la humanidad entera o bien desarrollar humanos biológicamente superiores para dominar a la especie.