Inevitablemente debemos comenzar por comprender qué son las emociones y qué las origina, para lo cual, el mundo de la neurofisiología tiene contundentes respuestas.
En síntesis, las emociones son estados del cuerpo que se dan en respuesta a instrucciones de reacción automatizadas definidas por los genes. Por ejemplo, si nos encontramos en un cuarto oscuro, inevitablemente, nuestras pupilas se dilatan; si nos da frío, temblamos; si nos encontramos con algo que percibimos como peligroso, nuestro cerebro ordena la liberación de noradrenalina que encauza el flujo de sangre al sistema musculoesquelético, el corazón se acelera y, en términos generales, el cuerpo se prepara para enfrentar o huir.
Dichos cuadros corporales son propiamente referidos como emociones. Se trata de dinámicas fisiológicas que van desde movimientos subatómicos, moleculares y celulares que se coordinan con impulsos eléctricos e interacciones bioquímicas.
Algo excepcional sucede en el caso de los organismos sintientes con sistema nervioso central. Dichos movimientos físicos del interior se comunican de regreso al cerebro por medio de los nervios y el torrente sanguíneo y finalmente, la consciencia los interpreta como lo que llamamos sentimientos.
En resumen, las emociones son estados del cuerpo y los sentimientos estados de la mente.
Con estos antecedentes, se abre una nueva interrogante importante: ¿qué define el carácter positivo o negativo de los sentimientos que experimentamos?
En este sentido, la clave se encuentra en la voluntad y los deseos que representan tendencias funcionales manifiestas en la mente. Nuestra arquitectura biológica define detalladamente aquello que necesita para conquistar sus objetivos de supervivencia y prevalencia vital, lo cual podríamos abreviar en dos palabras: balance homeostático. Ese punto de equilibrio —que significa el máximo bienestar— rige la cualidad de los sentimientos frente a los distintos estímulos; cuando la operación se acerca a dicha marca se disparan recompensas en forma de sentimientos positivos y viceversa.
Con estos elementos, podemos vislumbrar mejor qué significa “vender emociones”. Lo que implica, es presentar estímulos que satisfacen deseos biológicos, los cuales detonan reacciones corporales compatibles con un equilibrio fisiológico que concluyen en sentimientos gratificantes.