Paul-Michel Foucault hace una distinción interesante y las divide en 1) tecnologías de producción para crear, 2) tecnologías de sistemas de signos para comunicar, 3) tecnologías de poder para dominar y 4) tecnologías del yo para construirlo y procurarlo.
Si hacemos una exploración más profunda, con base en el modelo que presenté en el libro Multi-ser (2021), podríamos categorizarlas como enlisto a continuación según las facultades y motivaciones biológicas del Homo sapiens.
Acompaño a estas tecnologías del Ser con el prefijo supra para marcar su nivel más alto de apoyo.
Tecnologías supraemocionales: sistematizadas para detonar sentimientos positivos inmediatos. Por ejemplo, fármacos.
Tecnologías suprarracionales: configuradas para correlacionar causas y efectos. Por ejemplo, calculadoras, computadoras y el método científico.
Tecnologías supracreativas: creadas para fusionar pensamientos intuitivos y racionales que impactan dentro y fuera de la mente. Por ejemplo, la música y el arte.
Tecnologías supraespirituales: preparadas para procurar la resistencia y prevalencia de la vida entera. Por ejemplo, el desarrollo de energías sustentables no invasivas para los ecosistemas vitales.
Tecnologías suprainstintivas: diseñadas para conseguir tendencias de comportamiento programadas genéticamente como dominación, pertenencia, placer sensorial, control, descubrimiento, protección, aprendizaje, poder, altruismo cooperativo, comunicación, trascendencia y reconocimiento. Por ejemplo, medios de difusión, estrategias de propaganda y armas.
Todas ellas atienden a diferentes fuerzas biológicas germinales que las impulsan.
Con este contexto, es posible comprender que todas las tecnologías creadas por el hombre tienen un origen motivacional (etiología) y un propósito (teleología) implícitos. Obtener claridad sobre ambas determinaciones es crucial para asegurar que su uso y desarrollo realmente defienden el bienestar.
Por lo tanto, ¿podríamos establecer el carácter benéfico o adverso de las últimas tecnologías?
Lo que logramos identificar fácilmente es que la gran mayoría de las herramientas tecnológicas surgen con el fin de satisfacer deseos instintivos egoístas, por eso son tan peligrosas. Empero, aquí viene el giro virtuoso; bien podemos servirnos de dicho ímpetu individualista que les dio origen para fines más trascendentes. La tecnología no es buena o mala por sí misma; es un medio que opera para bien o para mal.
¿Seremos capaces, como humanidad, de dar ese giro tan urgente?
Con base en los últimos acontecimientos históricos, vamos en la dirección equivocada, pero aún es posible reajustar.