Los programas de mentoring ofrecen que circule esa sabiduría que traen los años. Lo mismo ocurre en la vida familiar. Muchas abuelas son la clave interpretativa de la familia, por todo lo vivido ayudan a poner en perspectiva, a recordar el pasado y a ponerlo en consideración con el presente. Por eso el mentoring se trata de un proceso vital, de un regalo que alguien con más recorrido puede hacerle a quien aún está en sus inicios o en la mitad del camino.
Ese regalo tiene una dimensión luminosa porque permite al mentor o mentora la posibilidad de ponerse en tensión, de buscar qué tiene para ofrecer, de sincerarse con sus éxitos y sus sombras, de exponerse en vulnerabilidad. Eso facilita también que pueda colocar en orden la propia trama, valorando procesos que quizás tenía olvidados, así como revisitando a los propios mentores y mentoras que supo tener.
Agradecer es algo que no hacemos de corazón en el mundo de los negocios. En medio de la competitividad diaria, puede ser una actitud vital que se nos pasa de largo… pero es esencial. El mentoring es un lugar que nos abre a ese agradecimiento, que nos pone en conexión con lo que nos fue dado. Y agradecer, sabemos, es muy bueno para nuestro cerebro y nuestro cuerpo, libera neurotransmisores que nos hacen sentir algo muy cercano a la felicidad.
En el mentoring, el mentor comparte su experiencia. No está allí como sede de la sabiduría sino como aquel que tomó caminos que tuvieron sus bemoles. Son esos caminos complejos los que le permiten ponerse en relación e iluminar otros caminos.
Muchos ejecutivos y ejecutivas no conversan sobre su dificultosa experiencia con otras personas. Es decir que su propia trayectoria queda ocluida, no fluye hacia otros. Y el ciclo de la vida profesional pide ese proceso en el cual yo sienta que soy parte de algo más alimentando a los más nuevos a que ellos también puedan tejer su camino y sentirse acompañados.
Si se me permite, hay algo terapéutico en el mentoring. Algo que dinamiza la propia vida poniéndola a circular en pos del bienestar de otros.
Muchos ejecutivos y ejecutivas se sienten solos y aislados. El mentoring puede ser para ellos un lugar luminoso de encuentro en el cual sentirse parte de algo que los trasciende.
Claro está, para que todo esto suceda debe existir también mucha humildad y escucha activa por parte de ese mentor. Ese espacio debe convertirse en un ámbito donde el ‘mentee’ sienta esa seguridad psicológica en el cual expandir sus dudas y percepciones sobre su propio desarrollo profesional.